Comparta

La ‘TFP’, gran rival de la ‘Revolución anticristiana’

Print Friendly, PDF & Email

Entrevista al Director del Bureau TPF en Roma, Juan Miguel Montes, sobre esa organización y la situación contemporánea, realizada por la periodista Almudena Martínez-Bordiú, corresponsal de noticias en InfoVaticana

La TFP en las calles
Banda de la TFP norteamericana en la March Pro Life en Washington

TRADICIÓN, FAMILIA Y PROPIEDAD

Hablamos con Juan Miguel Montes, director de la TFP de Roma, quien nos explica todos los detalles de este movimiento cuyo objetivo es luchar en contra del “gran proceso de secularización que embiste contra la Cristiandad”.

Montes asegura que la TFP no tiene “ningún compromiso con lo ‘políticamente correcto’” y que a pesar de que en la curia “el clima no está propicio para que todos los prelados que se sienten con mayor sintonía con las actividades de la TFP puedan manifestar públicamente su adhesión”, el movimiento continúa recibiendo “palabras de ánimo en privado”.

Para comenzar, ¿podría contarme qué es la TFP?

La TFP es la sigla que identifica un movimiento de laicos católicos inspirados en el pensamiento y la obra de Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995) que tiene como finalidad reaccionar contra la Revolución anticristiana, entendida ésta como el gran proceso de secularizaciòn que embiste contra la Cristiandad y lo que de ella aún queda. ¿De qué manera? Defendiendo  las instituciones sociales que la Revolución anticristiana más quiere erradicar: la Tradición, la Familia y la Propiedad privada.

¿Qué significa cada una de sus siglas?

Esas tres instituciones están íntimamente conectadas entre sí y el tronco que las une es la familia basada en el matrimonio monogámico e indisoluble, entre un hombre y una mujer, con la finalidad primordial de tener hijos y de educarlos. La familia es la célula básica de la sociedad, la cual no es sino una gran familia de familias.

La tradición es el conjunto de valores religiosos, espirituales y culturales que los progenitores transmiten a sus hijos de generación en generación para que, a su vez, ellos los enriquezcan y los transmitan a la generación siguiente.

La propiedad es el patrimonio material de una familia, constituido en parte por la herencia y en parte por el esfuerzo de los padres para acumular un peculio que pueda proporcionar a sus hijos condiciones de vida mejores que las que ellos propios tuvieron. Así entendida, la propiedad es la garantía de la autonomía de la familia en relación al Estado y el mejor incentivo para el progreso material y espiritual de una sociedad (la mejor contraprueba de ello es la estagnación y la miseria de los regímenes comunistas y socialistas, por ejemplo, la Venezuela de Chávez y  de Maduro).

De las tres instituciones, ¿cree que hay alguna más importante que las otras?

En términos absolutos, la más importante de las tres instituciones es la tradición, porque tiene como base la religión, que es lo que da el sentido a la vida humana. Puede, sin embargo, suceder que en un período o un país determinado la defensa de la familia o de la propiedad sea relativamente más importante o, por lo menos, más urgente.

Por ejemplo, en América Latina entre los años 1960 y 1990 lo más necesario fue defender la propiedad privada contra las reformas de estructura promovidas por el comunismo y sus aliados de la Teología de la Liberación. Después del derrumbe de la URSS y del reciclaje de la izquierda hacia el marxismo cultural, lo más importante pasó a ser la defensa de la familia y del carácter sagrado de la vida humana inocente contra la agenda LGBT. Actualmente la inmigración masiva y la tenaza laicismo-islamismo, sumadas a la pérdida gradual de la identidad cristiana, vuelven a hacer más urgente la defensa del valor supremo, o sea la fe católica, encarnada en la tradición.

La primera TFP nació en Brasil, en 1960, y fue constituida por Plinio Corrêa de Oliveira y un grupo de discípulos que escribían para Catolicismo, una revista mensual que ellos crearon después de haber sido privados del liderazgo de las organizaciones del laicado católico de Sao Paulo, por haber denunciado, ya en la década de 1940, la infiltración de los errores modernistas, liturgicistas y maritainistas en los medios de la Acción Católica. Desde su fundación, la TFP brasileña pasó a ser el polo intelectual opuesto a la llamada “izquierda católica” y a sus diferentes expresiones políticas.

Inspiradas en el pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira y en las actividades de la TFP brasileña fueron posteriormente emergiendo asociaciones TFP autónomas en diversos otros países de las tres Américas, de Europa, de Asia y de África. Las TFP o entidades congéneres actúan hoy en día en más de 30 países.

El fundador de la TFP, Plinio Corrêa de Oliveira, escribió la tesis Revolución y Contra-Revolución en la que analiza la decadencia espiritual de la civilización cristiana occidental. ¿Continúa creciendo esa decadencia espiritual hoy en día? ¿Cómo se hace tangible esa crisis a día de hoy?

La Revolución anticristiana es el fruto de una crisis moral y religiosa provocada por la explosión de las dos pasiones que más arrastran al hombre: el orgullo, que lo lleva a rechazar toda autoridad y toda superioridad y a soñar con un mundo de iguales; y la sensualidad, en su sentido más amplio, que lo lleva a rechazar toda restricción y toda ley y a soñar con una total autonomía y libertad. Esas dos pasiones desencadenadas y combinadas llevan a la anarquía que está implícita en la trilogía de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad.

Después de la llamada Revolución de la Sorbonne, en mayo de 1968, el proceso revolucionario pasó de la fábrica y de la política al interior de la familia, de la escuela, de las relaciones íntimas de los individuos, mediante actitudes personales y formas de trato extremadamente llanas y espontáneas, donde el detentor de cualquier autoridad tiene que ser el mejor “compañero” de sus subalternos, sean éstos sus hijos, sus alumnos, sus soldados o sus empleados. La forma actualmente más extremada de ese proceso revolucionario es la desaparición gradual de la diferencia entre el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, y la naturaleza que él está llamado a gobernar y a perfeccionar.

En nombre de los supuestos derechos de los animales y del respeto al medio ambiente, del cual el hombre sería apenas un elemento más de una cadena ecológica, el estilo de vida primitivo y comunitario de las tribus amazónicas es presentado como la alternativa a nuestra sociedad supuestamente consumista y depredadora de la Madre Tierra. Los documentos preparatorios de la próxima Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía son la mejor expresión de la nueva utopía revolucionaria.

¿Cuáles son los objetivos de la TFP?

El objetivo final es detener el proceso revolucionario sumariamente descrito en la respuesta anterior y restablecer todas las cosas en Cristo, como anhelaba San Pio X.

Para un observador superficial eso podría parecer una quimera, dado el grado de avance del proceso de autodemolición de la Iglesia y la consecuente apostasía generalizada de los países cristianos de Occidente. Pero, cuando es analizado en profundidad, el panorama actual es mucho menos deprimente. La Revolución avanza más por la presión combinada de los organismos internacionales, de los gobiernos nacionales, del mundo académico y, sobre todo, de los grandes medios de comunicación social, de que por el entusiasmo de las masas, como infelizmente sucedió muchas veces en el pasado.

Hoy en día las utopías revolucionarias son vociferadas por pequeñas minorías muy activas y que encuentran algún eco en la “izquierda al caviar” de ciertos burgueses, pero no llegan a influenciar profundamente los sectores más sanos de las clases medias y del pueblo, las cuáles comienzan a reaccionar contra el mundo artificial y totalitario que les está siendo impuesto. Las victorias electorales de Trump, de Bolsonaro y de los partidos euroescépticos europeos son la muestra evidente de esa reactividad, al punto de ser llamados “populistas” por sus opositores que, con ese apodo, acaban reconociendo que esos políticos están en sintonía con los sentimientos del pueblo (lo que no significa que estén satisfaciendo siempre sus aspiraciones…).

La TFP procura participar en ese embate cultural levantando el estandarte de la Contra-Revolución en su integridad, sin hacer ningún compromiso con lo “políticamente correcto” y procurando establecer un polo de radicalidad católica que sirva de referente para todos los que, de alguna manera, se oponen al proceso revolucionario.

El movimiento lidera el debate ideológico con los sectores progresistas de la Iglesia. ¿Quiénes representan hoy en día este sector?

Después del fracaso del llamado “socialismo real” y de la condenación de la Teología de la Liberación, en su versión marxista, por la Congregación de la Doctrina de la Fe, los Gutiérrez y Leonardo Boffs perdieron toda credibilidad. La salida que encontraron fue la de reciclarse en la promoción de las reivindicaciones del nuevo “proletariado”, o sea, de las “minorías excluidas”: mujeres, LGBT, negros, inmigrantes, indígenas. De ese reciclaje resultaron diversas “teologías”: feminista, negra, india, etc.

En el área europea y norteamericana, la corriente progresista promueve principalmente la agenda anti-familia de los divorciados civilmente recasados y del lobby homosexual y sus figuras de proa son, respectivamente, el Cardenal Walter Kasper y el jesuita James Martin. En América Latina, actualmente son más activas la Teología India y la llamada “Teología argentina del Pueblo”. El principal exponente de la primera es un nombre poco conocido en Europa, el sacerdote alemán Paul Suess y las figuras de proa son el Cardenal Claudio Hummes, que será el relator del próximo Sínodo sobre la Amazonía, y el obispo austríaco Erwin Klautler, Prelado apostólico de Xingú. El principal representante de la Teología del Pueblo es el propio papa Francisco.

¿Cuenta este movimiento con algún apoyo dentro de la curia?

En tiempos de Pio XII y de Juan XXIII, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira recibió cartas de elogio por dos de sus libros: la primera del Papa y la segunda de la Congregación para la Educación católica. En los pontificados posteriores recibió apoyo de algunos cardenales de la Curia Romana, en especial cuando se trataba de campañas en defensa de la familia.

Algunas peticiones coordinadas por la TFP contaron con la adhesión de algunos altos prelados, como la coalición de asociaciones promotoras de la Filial Súplica al papa Francisco en Defensa del Matrimonio y la Familia, la cual contó con el apoyo de 8 cardenales y 203 entre arzobispos y obispos, o la Declaración de Fidelidad a las Enseñanzas Tradicionales de la Iglesia a respecto del Matrimonio y la Familia que fue también subscrita por un número considerable de prelados. En la medida que el papa Francisco lleva adelante su revolucionario “cambio de paradigma” y que ha puesto de lado algunos de los responsables de la Curia que no acompañaron tal evolución, el clima no está propicio para que todos los prelados que se sienten con mayor sintonía con las actividades de la TFP puedan manifestar públicamente su adhesión. Sin embargo, continuamos a recibir en privado palabras de ánimo.

¿Qué le diría aquellos que tachan la TFP de secta?

Lo que escribió Tertuliano: “La verdad no pide favor alguno para su causa (…) Sin embargo, una sola cosa pide: que no se la condene sin ser conocida (…) Si la condenan sin oírla, además del reproche de injusticia, se atraerán la sospecha de un prejuicio por el cual no están dispuestos a oír aquello que saben que no podrían condenar una vez oído…” (Apologética, c. 1)

 ¿Bajo qué pontificado se ha hecho más necesaria su presencia?

A títulos diferentes, en todos los pontificados de los últimos 50 años. Bajo Paulo VI y especialmente después de la Asamblea del Episcopado Latinoamericano de Medellín, en 1968, en la cual fue adoptada la “opción preferencial por lo pobres” (que, en realidad, se trasformó en la opción de apoyar la agenda de reformas de estructura de los movimientos marxistas y sus “compañeros de viaje”), el principal combate de la TFP fue evitar que la mayoría católica se contaminara con los principios de la Teología de la Liberación.

Bajo Juan Pablo II fue necesario contribuir a la defensa de la sacralidad de la vida humana inocente y de la familia, que era uno de los aspectos de la “nueva evangelización”, aunque manteniendo mucha reserva en relación a su agenda ecuménica y a eventos como el Encuentro de Asís.

Bajo el pontificado de Benedicto XVI, no sólo fue necesario continuar la lucha en defensa de los “valores no negociables” sino también de la identidad cristiana de Occidente ante la inmigración de masa y la falacia del multiculturalismo.

Bajo el papa Francisco, se podría decir que el campo de batalla volvió a ampliarse a todas las áreas anteriores y se extendió a algunas nuevas, como la utopía ecológica y comunista-tribalista de los promotores del próximo Sínodo sobre la Amazonía.

En todos esos años las diferentes TFP, siguiendo los pasos de Plinio Corrêa de Oliveira, no han querido ser sino un eco del magisterio tradicional en defensa de la Civilización Cristiana y del rol de la Santa Iglesia en la sociedad. Como el Cid, nos gustaría poder decir: “Dios, que buen vasallo si hubiese buen señor!”.

Infovaticana

Comparta con sus amigos
29/07/2019 | Por | Categoría: Crisis de la Iglesia
Tags: ,

Deje su comentario