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¿El acta de nacimiento de una nueva Iglesia?

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 Informe de síntesis del Sínodo de la Sinodalidad

El pasado 29 de Octubre concluyó en Roma la primera sesión del Sínodo sobre la sinodalidad, con la publicación de un «Informe de síntesis”.

Quienes esperaban un documento incendiario, que se abriría a las demandas más extremas de las facciones progresistas, como el sacerdocio femenino, el matrimonio homosexual, los derechos LGBT, etc., quedaron decepcionados. El Documento Final no concluye nada y deja todo pendiente. Esto ha llevado a algunos a restarle importancia. Algunos comentaristas conservadores incluso cantaron victoria: se habría evitado la revolución en la Iglesia. En particular, los alemanes se sintieron muy frustrados al ver que su famoso Synodaler Weg finalmente ha contado poco.

De hecho, parece que en el seno de la Asamblea sinodal hubo algunos conflictos importantes, provenientes sobre todo de representantes de Europa Centro-oriental, de Australia y del Tercer Mundo, y que esto enfrió enormemente el ardor de las facciones progresistas sobre las cuestiones más candentes, especialmente en el campo moral. En este sentido, el Documento puede representar una media victoria.

Permítanme, sin embargo, hacer una lectura diferente (y preocupada). En realidad, el Informe de Síntesis aborda la esencia misma del proceso sinodal: la reforma de la Iglesia, encaminada a la creación de una nueva «Iglesia sinodal», cuyo Documento puede considerarse una especie de partida de nacimiento. En este sentido, tiene una importancia histórica.

El sacerdocio femenino, el matrimonio homosexual y otras cuestiones similares eran en realidad puntos secundarios de cara al gran proyecto sinodal, es decir, cambiar la estructura misma de la Iglesia en sus tres ejes fundamentales: su constitución jerárquica, su enseñanza y su práctica; o, si queremos, en el munus regendi , docendi y santificandi . En este sentido, el Informe de Síntesis es un documento profundamente revolucionario.

El carácter revolucionario del Documento es evidente no sólo por lo que afirma sino más bien por lo que insinúa. De hecho, el Informe no presenta conclusiones, sino que plantea preguntas, propone direcciones, allana el camino hacia ellas y sopla en esa dirección:

«La Asamblea no es un acontecimiento aislado, sino una parte integrante y un paso necesario del proceso sinodal». [1].

Por eso habla de una «dinámica sinodal «, es decir, de un proceso en curso. Sin embargo, una lectura atenta del Informe muestra una lógica muy profunda que une y da sentido a todas las propuestas. No es otra que la Iglesia «neumática», «carismática» o «profética» con la que soñaban las corrientes más extremas del progresismo.

En este sentido es útil leer el análisis que Plinio Corrêa de Oliveira hizo en 1969 de la «Iglesia Nueva», propuesta en su momento por las corrientes llamadas «proféticas». Los paralelos con el actual proceso sinodal son sorprendentes [2]. También podemos constatar sorprendentes paralelismos con el modelo de «Iglesia neumática» propuesto por las corrientes más actualizadas de la Teología de la Liberación [3].

Una nueva manera de «hacer Iglesia»

La revolución sinodal comienza con la forma en que se desarrolla la Asamblea. Marshall McLuhan decía que “el medio es el mensaje”. Podemos decir: el Sínodo es la Revolución. En otras palabras, la propia forma en que se celebró la Asamblea muestra la nueva eclesiología.

En el Sínodo sobre la sinodalidad se inauguró una nueva forma de «hacer Iglesia».

“En esta primera sesión tuvimos la experiencia [del Sínodo], pudimos vivir juntos con un solo corazón y una sola alma. (…) La experiencia de una Iglesia que va aprendiendo el estilo de la sinodalidad resonó en la multiplicidad de intervenciones y en la pluralidad de posiciones”.

La propia disposición de la sala del Sínodo estaba pensada para transmitir esta nueva eclesiología, circular y ya no piramidal:

«La forma misma en que se desarrolló la Asamblea, a partir de la disposición de las personas sentadas en pequeños grupos alrededor de mesas redondas, fue emblemática de una Iglesia sinodal”.

Ya en la Introducción, el Informe explica que el Bautismo nos hace «uno”, ya que todos vivimos de la misma vida del Espíritu Santo. Sin afirmarlo – pero insinuándolo repetidamente – el Informe sugiere que esto establece una igualdad sustancial en el «Pueblo Santo de Dios». Las diferencias en la Iglesia serían diferentes «ministerios», sin que esto pueda caracterizar una verdadera «jerarquía». El propio Papa, como veremos, sería casi un punto de referencia: «Nos reunimos en Roma en torno al sucesor de Pedro”.

Una nueva “Iglesia sinodal”

La “sinodalidad”, concepto repetido 192 veces (!), se convierte en la clave para reinterpretar a toda la Iglesia. En otras palabras, toda la Iglesia debe ser repensada en clave «sinodal»: «Los términos ‘sinodal’ y ‘sinodalidad’ indican un modo de ser Iglesia que articula comunión, misión y participación «, es decir, todo. Entonces, hay una “forma sinodal” de dirigir la Iglesia, una “forma sinodal” de presentar su doctrina, una “forma sinodal” de llevar a cabo sus rituales, una “forma sinodal” de orar, etc.

La sinodalidad -es decir, el modo en que los fieles se relacionan entre sí- se convierte así en el fundamento mismo de la Iglesia, en detrimento de cualquier estructura:

«Es precisamente esta experiencia y este deseo de una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática y más relacional que se han asociado los términos “sinodalidad” y “sinodal”. Sería tarea del proceso sinodal esbozar «el rostro de la Iglesia sinodal, presentando los principios teológicos que iluminan y fundan la sinodalidad». Aquí aparece el estilo de la sinodalidad como una manera de actuar y operar en la fe”.

La “experiencia»

El término «experiencia» se utiliza 53 veces en el Informe y constituye un hilo conductor. Todo nace, se desarrolla y termina en la «experiencia» de los fieles, o más bien en la «experiencia vivida”. La Asamblea General del Sínodo no tenía como objetivo definir ninguna doctrina, sino más bien «experimentar la sinodalidad”, «hacer una experiencia compartida» , «realizar una experiencia humana» , «experimentar el ‘encuentro’ , etc.

Esta continua apelación a la “experiencia” –en detrimento de la investigación teológica, o al menos racional– recuerda la herejía modernista de principios del siglo XX. Los modernistas negaban que el hombre pudiera alcanzar el conocimiento de Dios (agnosticismo), y basaron la fe en el «sentimiento religioso», es decir, en la experiencia de lo divino actuando en el alma. Leemos en el Programa de los modernistas:

«El conocimiento religioso es la experiencia actual de lo divino actuando en nosotros y en todo» [4].

Así, cualquier posibilidad de una Verdad objetiva queda eliminada en la base. La Iglesia misma sería producto de la experiencia colectiva, es decir, de la asociación de conciencias individuales que ponen en común sus experiencias religiosas. En resumen, la Iglesia sería una emanación vital de la comunidad de fieles, y no una sociedad sobrenatural fundada directamente por Nuestro Señor Jesucristo.

Una Iglesia carismática

Según el Informe, debemos experimentar concretamente el soplo del Espíritu Santo, que es el alma del Sínodo y de la Iglesia. Pero, atención: no se trata de estudiar la teología del Espíritu Santo, sino de sentir su acción inmanente. Por eso, en los círculos más pequeños (las mesas redondas), se detenían de vez en cuando para reunirse en oración y escuchar la voz del Espíritu en lo más profundo del alma:

«La conversación en el Espíritu es un instrumento que, a pesar de sus limitaciones, es fecundo porque permite una escucha auténtica y discernir lo que el Espíritu dice a las Iglesias”.

La acción del Espíritu Santo, consecuencia del Bautismo que reciben todos los fieles, asegura que todos en la Iglesia sean iguales, eliminando prácticamente cualquier jerarquía. El soplo del Espíritu es el mismo en el Papa que en los laicos:

“Todos hemos sido bautizados por un solo Espíritu en un solo cuerpo. Por esto, entre todos los bautizados hay una auténtica igualdad de dignidad y una responsabilidad común por la misión”.

 La existencia de diferentes «vocaciones» en el Pueblo de Dios no invalida esta igualdad fundamental, porque constituye simplemente un «signo carismático”.

Puesto que el Espíritu es uno, esta acción en las almas debe llevar a un consenso entre los fieles. Este consenso se convierte en criterio de la Verdad y de la práctica en la Iglesia:

“Por la unción del Espíritu, todos los creyentes poseen un instinto para la verdad del Evangelio, llamado sensus fidei. Este consiste en una cierta connaturalidad con la realidad divina y en la capacidad de captar intuitivamente lo que es conforme a la verdad de la fe. Los procesos sinodales valoran este don y permiten verificar la existencia de ese consenso de los fieles (consensus fidelium) que constituye un criterio seguro para determinar si una determinada doctrina o práctica pertenece a la fe apostólica”.

Sínodo: la descentralización de la Iglesia ofende a la Fe y al sentido común

Y por eso el Informe , oscureciendo los aspectos estructurales, pone en cambio énfasis en la «dimensión carismática de la Iglesia» . Y afirma:

«El Santo Pueblo de Dios reconoce [en los carismas] la ayuda providencial con la que Dios mismo sostiene, dirige e ilumina su misión”.

Así, como lo preveían las corrientes «proféticas» desde los años 1960, la Iglesia pasa a fundarse no en el triple munus de la Jerarquía, sino en los carismas del Espíritu, que «sopla donde quiere».

Un nuevo concepto de Sacramento

Desde este punto de vista, los sacramentos adquieren un carácter «comunal», es decir, «sinodal». Por ejemplo, la Santa Misa ya no sería la renovación del sacrificio del Calvario, sino un encuentro del Pueblo de Dios:

«La celebración de la Eucaristía, especialmente los domingos, es la forma primera y fundamental con la que el Pueblo Santo de Dios se reúne y se encuentra. Donde esto no es posible, la comunidad, si lo desea, se reúne en torno a la celebración de la Palabra”.

La Iglesia: una “comunión de Iglesias”

En la lógica de una «Iglesia carismática» cambia también toda la estructura. Rechazando cualquier «clericalismo”, el Informe examina cada sector de la Iglesia, reinterpretándolo bajo esta nueva luz.

Por ejemplo, sin negar que el Obispo es el sucesor de los Apóstoles, el Informe reinterpreta su papel:

“Los Obispos están puestos al servicio de la comunión que se realiza en la Iglesia local. (…) Ellos tienen en particular la tarea de discernir y coordinar los diferentes carismas y ministerios inspirados por el Espíritu para el anuncio del Evangelio y el bien común de la comunidad. Este ministerio se ejerce en forma sinodal cuando el gobierno se ejerce en corresponsabilidad”. En otras palabras, el Obispo pierde el poder de gobernar, enseñar y santificar su diócesis, y queda reducido a la situación de «facilitador» de los carismas que soplan en su grey. El Obispo, dice el Informe, debe «iniciar y animar el proceso sinodal en la Iglesia local, promoviendo la circularidad”.

La lógica de la «Iglesia carismática» afecta también al papel del Papa:

«La dinámica sinodal arroja también nueva luz sobre el ministerio del obispo de Roma. La sinodalidad, de hecho, articula sinfónicamente las dimensiones comunitaria («todos»), colegial («algunos») y personal («uno») de la Iglesia a nivel local, regional y universal. En esta visión, el ministerio petrino del Obispo de Roma es intrínseco a la dinámica sinodal, como también lo son el aspecto comunitario que incluye a todo el Pueblo de Dios y la dimensión colegiada del ministerio episcopal”.

Surge así el modelo de una nueva Iglesia. Dado que todo el «Pueblo Santo de Dios» está animado por el Espíritu Santo, toda realidad en la que se reúnen los fieles constituye una «Iglesia»: la familia, la parroquia, la diócesis, la nación, el continente, etc., hasta llegar al Iglesia universal, que de este modo se presenta como “Comunión de Iglesias”. Así, independientemente de lo que todavía se practica o se dice hoy en otros lugares, la Iglesia, como se conjetura en el documento sinodal «Informe de síntesis«, abandonará su estructura jerárquica y asumirá las características de una red de comunidades, ya no unidas por la misma autoridad y por el mismo Magisterio, sino animadas libremente por el soplo del Espíritu. 

por Julio Loredo    (Traducción Acción Familia)

Notas

[1] Todas las citas están tomadas del texto oficial publicado por el Vaticano: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/10/28/0751/01653.html

[2] Plinio Corrêa de Oliveira, “Verso una Chiesa-Nuova”, Tradizione Famiglia Property , octubre de 2017. https://www.atfp.it/rivista-tfp/2017/254-october-2017/1357-verso-una -nueva-iglesia

[3] Véase Julio Loredo, Teología de la Liberación. Un salvavidas de plomo para los pobres, Cantagalli, 2014, págs. 281-313.

[4] [Ernesto BUONAIUTI], El programa de los modernistas , s/e, 1907, p. 96.

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09/11/2023 | Por | Categoría: Crisis de la Iglesia
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3 Comentarios to “¿El acta de nacimiento de una nueva Iglesia?”

  1. Ma. Patricia dice:

    Un cisma total! Abierta la caja de Pandora. Para el 2024 esperemos la estocada final. Firmes en la fe de nuestro Señor y nada de «iglesia sinodal», nuestra Iglesia es Santa, católica y apostólica, como reza nuestro credo.

  2. Nuestro Señor Jesucristo, que prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, también dijo: «El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Es el momento de acrecentar nuestra Fé y de confiar sin dudar.

  3. María Paz Montes dice:

    He seguido esto en otras publicaciones y me parece que es la total desintegración de la Iglesia

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