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La reforma social más urgente: restaurar la familia

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La familia tradicional, base de una sociedad sana. La reforma social más urgente: restaurar la familia
La sanidad de la sociedad depende de la integridad de la familia

Social… sociedad. ¿Hay algo más sagrado y augustamente social que velar por la familia? ¿No es ella la base de la sociedad? La reforma social más urgente consiste en restaurar la familia.

La familia, base de la sociedad

Social… sociedad. ¿Hay algo más sagrado y augustamente social que velar por la familia? ¿No es ella la base de la sociedad?

Mucho se habla sobre las reformas de base. ¿Quién entre los «arditi» del reformismo habla seriamente de reformar, de restaurar los cimientos, es decir, la familia?

¿Qué espíritu social es éste, que no tiene ojos para ver la crisis de la familia, y la insuficiencia de las medidas destinadas a reformar una sociedad cuya base está minada?

Pero, ¿qué es la familia, en la fuerza del término?

La familia, para mí, es equivalente a la familia en su normalidad. Y, por lo tanto, patriarcal [1].

Por patriarcal debe entenderse no solo la pequeña familia‒nucleo (padre, madre e hijos) sino una familia numerosa, con muchos hijos y, además, vinculada a una gran cantidad de parientes en diversos grados, desde varios lados, quienes frecuentan la casa y la ponen en movimiento.

[Con la familia patriarcal] se constituye un todo con tres distancias.

1. La primera distancia es mi casa, enteramente afín conmigo.

2. Otra, es la de las casas más distantes de mi familia, algo parecidas y algo diferentes.

3. Y luego, una tercera distancia, es Lla calle, el lugar de encuentro fortuito y casual de todas las semejanzas y diferencias.

Apoyos colaterales

Si estoy apoyado por estas tres distancias; si puedo expandirme en estas tres dimensiones; cuando llego a la calle, tengo detrás de mí y a mi lado, a todos mis familiares que se presentan en los lugares públicos, en los lugares de diversión, pensando como yo, sintiendo como yo, imponiéndose.

Todo atentado contra la familia atenta contra la humanidad

Enfrento la popularidad o la impopularidad porque tengo un marco en el que apoyarme, tengo elementos para expandir mi personalidad.

Situación de los miembros de familias pequeñas

Cuán diversa es la situación de la familia minúscula. Padre, madre e hijos que viven una existencia en el hogar que ‒por estar compuesta por pocas personas‒ tiene poca variedad y, por lo tanto, se vuelve monótona.

Por eso, uno tiende a huir y se huye saliendo a la calle o trayendo la calle a la casa, bajo el aspecto de dos o tres televisores en varias habitaciones: para tratar de olvidar que uno está en su casa y tener la sensación de que está en la calle.

Pero en la calle uno se siente aislado. El niño llega al colegio aislado. Los jóvenes ingresan a la sociedad aislados. No tienen apoyo de nadie. Tienen un modo de ser prefabricado por la propaganda ab extrínseco, y que es impuesto.

Si no quieren adherir, se monta contra ellos la persecución del ridículo y del ostracismo.

Resultado: inseguridad interior, vacilación, duda, aislamiento, capitulación.

Al cabo de diez o veinte años de este fenómeno, si la persona no tiene una personalidad más o menos definida, habrá sido destruida.

No sabe ser amigo quien no sabe cómo ser primo. Y no sabe cómo ser un primo quien no sabe cómo ser hermano.

La familia nuclear y sus insuficiencias.

Considero que la expresión familia nuclear [2] es muy apropiada, porque no es la familia‒célula, sino que es una célula reducida a su núcleo, con todo lo irregular que es que el núcleo viva sin su protoplasma. Es un exilio para el núcleo ‒si no fuere directamente la muerte‒ el estar privado de su protoplasma.

Las personas hoy solo conciben la familia nuclear. Ya no se sabe cómo era la familia‒árbol‒frondoso.

Los psicólogos, al comparar la familia nuclear con la familia patriarcal, llaman la atención sobre la importancia y la necesidad del grupo de parientes: primos, tíos, etc.,  como factor de armonía en las relaciones entre hijos y padres.

En la familia nuclear hay una confrontación directa entre los hijos y sus padres, en ese espacio delimitado [que es el hogar]. En la familia patriarcal, la confrontación se diluye entre los parientes, y el hijo puede recurrir a un tío, a un primo, a una tía, etc.

Es normal que el esposo y la esposa tengan grandes dificultades entre ellos. La forma de amortiguar estas dificultades es estar rodeado de un ambiente familiar muy homogéneo, dentro del cual encuentren varios puntos en común, generando afinidades que reducen la fricción que surge de las diferencias en los temperamentos y los caracteres individuales.

Padres que son modelos para sus hijos.

He observado a lo largo de mi vida que, si la familia es grande, hay más posibilidades que el padre sea modelo de sus hijos que cuando la familia es pequeña. Especialmente cuando la familia es poco numerosa por culpa del padre, de la madre o de ambos.

Cuando consideramos al jefe de familia medieval, incluso un simple campesino, uno ve que él, sentado en su ‒por así decirlo‒ trono, para presidir las comidas de su numerosa familia, lo hace con majestad. Era costumbre entre los campesinos de cierta región de España que el jefe de la familia, al sentarse a presidir la mesa con veinte, treinta, cincuenta personas de su casa, dijera: «Comeremos pues»; y todos repitieran: «comeremos pues». Después de lo cual recitaban la oración.

En Navarra, la oración era: «Que el Niño Jesús, que nació en Belén, bendiga a la patria, al rey y a nosotros también».

Analizando ese cuadro, podríamos decir con toda propiedad que era la majestad de un simple patriarca, del hombre rudo del pueblo. Ciertamente es una majestad campesina, es un labrador, pero se siente una grandeza de la naturaleza, de la savia, de la tierra, que también tiene su majestad.

[En la antigua familia] se reúnen en la misma habitación los abuelos, los padres, los hijos, los parientes, los amigos. Las edades más variadas conviven conversando: es la variedad en la unidad.

En la familia moderna, si los hijos promueven una recepción, los padres, y especialmente la madre, deben estar ausentes… Los padres son llamados por sus hijos «los viejos», y no quieren tener más contacto con ellos. Es porque la Revolución odia este entrelazamiento, esta articulación entre las edades, que es una marca de la perfección divina que Dios puso en la Creación.


[1] Leer en este sentido, el magnífico elogio del Papa Pío XII a las familias patriarcales: “Un magnífico espectáculo, especialmente en algunas regiones, ofrecen esas familias muy bien llamadas patriarcales, en las que el espíritu del abuelo desaparecido aún perdura, se comunica y se trasmite de generación en generación como el mejor y más sagrado patrimonio, guardado más celosamente que el oro y la plata.”(Discurso a los hombres de la Acción Católica Italiana, 20-9-1942).

[2] La bibliografía sobre el tema de la familia nuclear es considerablemente amplia. Entre muchos otros, destacamos los siguientes trabajos: Hans Sebald, «Adolescence: A Social Psychological Analysis», Prentice-Hall Inc., Englewwod Cliffs (Nueva Jersey), 2º. Edición, 1977 (pp. 136, 138, 152, 156); Anne-Marie Rocheblave-Spenlé, «El adolescente y su mundo», Ed. Herder, Barcelona, 1972 (pp. 137-140); Marie-Françoise Côte-Jallade, «De 14 a 19 años: la adolescencia es la dificultad de ser», Ed. Sal Tarrae, Santander (pp.53-55); «La realidad brasileña del menor» (Cámara de Diputados. Centro de Documentación e Información, Coordinación de Publicaciones, Brasilia, 1976, pp. 23 y 31-32); John Brown, «Relaciones entre padre e hijos», en J. Rof Carballo, «La familia, diálogo recuperable», Editorial Karpos, Madrid, 1976, (p. 282); José Llopis, “La orientación del adolescente y la ‘ Guidance of Youth’ norteamericana”, ed. Herder, Barcelona (34-37); José Antonio Ríos González, “Crisis familiar. Causas y repercusiones”(págs. 23 a 25); Mariano Yela, Prólogo de José Antonio Ríos Gonzáles, «Orientación y terapia familiar», Ed. Hombre Science Institute, Madrid, 1984 (pp. 10-11); Alessandro Cavalli, “Autonomia del Giovanni nella e dalla famiglia”, Il Pensiero Scientifico Ed., Roma, 1983 (p. 147); Eugène Tisserand, “Familia o Comunidade?”, Ediciones Paulinas, Madrid, 1980, (págs. 16 a 22); Frank Musgrove, «Familia, educación y sociedad», Ed. Divine Word, Estella, Navarra, (págs. 81-90); «Dictionnaire Encyclopédique de Psychologie», Bordes, París, 1980, (págs. 476-477); Evelyne Sullerot, ‘La Famille Nucléaire Éclate’, Sauvegarde de l’Enfance, no. 1-2, abril de 1985, París, pp. 34 a 38; Reinhart Lempp, ‘About Rebels and Shaped’, ‘Scala’, Frankfurt, no. 3, 1982 (p. 40).

Plinio Corrêa de Oliveira

en O universo é uma catedral

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23/09/2022 | Por | Categoría: Familia tradicional
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