Carta de Director de Acción Familia al diario La Tercera
Señor Director:
En relación con la tramitación del Proyecto del Acuerdo de Vida en Pareja (AVP), algunos lectores han expresado que no le corresponde a la Iglesia opinar en materias legislativas.
Como tuve oportunidad de exponer recientemente en la comisión que estudia el referido proyecto en el Senado, debo señalar que la Constitución de Chile no es neutra en materia valórica. Así lo indica el profesor José Luis Cea: “El Poder Constituyente ha recogido la concepción que, en la civilización occidental, fue infundida por el cristianismo en el tema (…). Se define la familia, en el sentido natural y obvio, como el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas (…). Esta institución es anterior a todo reconocimiento por las autoridad pública y, como tal, se impone a ella, siendo su deber reconocerla y protegerla”.
La concepción constitucional de la familia está inspirada en lo que la doctrina católica enseña. Para alterar esta concepción habría que alterar la propia Constitución de la República.
Por otra parte, resulta contradictorio este empeño por dejar afuera de cualquier participación en vida pública nacional a la Iglesia, pues esta posición supuestamente laica o prescindente, termina afirmando una verdad “religiosa”: la negación de Dios.
De acuerdo a esta corriente laicista sólo podrían participar en los destinos de un país aquellos que no crean en Dios o que crean que Dios no debe intervenir, sino en lo estrictamente particular, que es lo mismo que afirmar que sólo el materialismo o el ateísmo deben orientar la vida nacional.
Las consecuencias de esta doctrina impuesta por el marxismo, en todos los países por él dominados, son demasiado conocidas como para extendernos sobre su significado para la civilización y el respeto a los derechos de la persona humana.
Juan Antonio Montes
Director Acción Familia
Publicado en La Tercera, 24/01/2013