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Todo se refleja en los ojos: cólera, miedo, afecto o alegría

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El hombre exterioriza sus ideas por los actos que realiza. Pero son menos evidentes en lo que podríamos llamar los imponderables de la apariencia humana: el aspecto, la actitud, la mirada.

Dom Guéranger abad del monaterio de Solesmes, restaurador de la liturgia y del canto llano. Los ojos son un espejo del alma
Dom Guéranger

En esta sección se ha tratado muchas veces de ambientes que se relacionan con edificios, muebles, paisajes, etc.

Parece interesante subrayar que el principal elemento de cualquier ambiente es el hombre.

Esta verdad es evidente en lo que respecta a las ideas que el hombre exterioriza y a los actos que realiza.

Pero es acaso menos evidente en lo que podríamos llamar los imponderables de la apariencia humana: el aspecto, la actitud, la mirada.

Detengámonos en el análisis de la mirada humana.

Nuestra primera figura representa una de las personalidades más insignes del movimiento ultramontano francés del pasado siglo: Mons. Próspero Gueranger, O.S.B., fundador y Abad del famoso monasterio de Solesmes, restaurador de la Sagrada Liturgia, escritor eximio y gran amigo de Louis Veuillot.

La frente espaciosa, los rasgos destacados y vigorosos indican inteligencia y fuerte personalidad.

Pero todo cuanto estos rasgos puedan significar se resume, se condensa y admite su máxima expresión en los ojos.

La verdadera fisonomía de los santos

Grandes ojos claros, luminosos, en los que jamás parece haberse reflejado ninguna clase de debilidad o flaqueza humanas. Grandes ojos que parecen hechos para la contemplación de lo más trascendental en esta vida y para los inmensos horizontes del Cielo.

Pero, al mismo tiempo, mirada de una invencible fuerza de penetración en relación con las cosas de la tierra, capaz de traspasar todas las apariencias, todos los sofismas, todos los artificios de los hombres, llegando hasta el fondo más recóndito de los acontecimientos, de los corazones.

Alma de varón justo y contemplativo, que mira a lo alto y profundo, porque vive inmerso en las claridades de un pensamiento lógico, iluminado por la fe de la más estricta ortodoxia.

Ante esa mirada vienen a la mente las hermosas palabras del Santo Padre Pío XII, en su alocución del 12 de Junio de 1953, a los miembros del ler Congreso Latino de Oftalmología:

«Todo se refleja en los ojos: no sólo el mundo visible, sino también las pasiones del alma. Incluso un observador superficial descubre en ellos los más variados sentimientos: cólera, miedo, odio, afecto, alegría, confianza o seriedad. El juego de todos los músculos de la cara se encuentra, de algún modo, concentrado y reunido en los ojos, como en un espejo».

De los grandes ojos que Dom Guéranger mantenía tan abiertos hacia el Cielo y hacia esta vida, pasemos a la admirable expresión de unos ojos que la muerte cerró y que sólo se reabrirán «in novissimo die» para contemplar los esplendores temibles del Juicio Universal.

La máscara mortuoria de San Felipe Neri manifiesta la fuerza de alma de un santo. Los ojos son un espejo del alma
San Felipe Neri – Máscara mortuoria

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Se trata de la admirable mascarilla funeraria de S. Felipe Neri, famoso apóstol de Roma en el siglo XVI.

Fue tal el vigor de su personalidad que su mascarilla mortuoria, por decirlo así, refleja todavía una finura, una fuerza y una ironía suave y ligera; y parece dispuesta a entreabrir los labios en una imperceptible sonrisa; pero la «mirada» es aquí la nota más expresiva, con una fijeza, una lucidez, una fuerza que traspasa no sólo los párpados, sino los velos de la muerte y del tiempo, dejando ver hasta el fondo la coherencia, la robustez y la fortaleza del alma que se fue. Fuerza, armonía, lógica de Santo, que mereció ver en el Cielo la luz clarísima de Dios.

Plinio Corrêa de Oliveira

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11/01/2023 | Por | Categoría: Ambientes Costumbres
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