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II Estación Jesús lleva la Cruz a cuestas

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Jesús con la cruz a cuestas

Vos habríais de enseñamos en vuestra Pasión, no sólo a morir, sino a enfrentar la muerte. Enfrentarla con serenidad, sin dudas ni flaquezas, caminando hacia ella con el paso resuelto del guerrero que avanza hacia el combate.

V. Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos.

R. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Se inicia así, mi adorado Señor, vuestra peregrinación hacia el lugar de la inmolación. No quiso el Padre Celestial que fueseis muerto de un golpe fulminante. Vos habríais de enseñamos en vuestra Pasión, no sólo a morir, sino a enfrentar la muerte. Enfrentarla con serenidad, sin dudas ni flaquezas, caminando hacia ella con el paso resuelto del guerrero que avanza hacia el combate; he ahí la admirable lección que me dais.

Frente al dolor, Dios mío, cuánta es mi cobardía.

Ora contemporizo antes de tomar mi cruz; ora retrocedo, traicionando el deber; ora, por fin, lo acepto, pero con tanto tedio, tanta molicie, que parezco odiar el fardo que vuestra voluntad me pone sobre los hombros.

En otras ocasiones, cuántas veces cierro los ojos para no ver el dolor. Me ciego voluntariamente con un optimismo estúpido, porque no tengo el coraje de enfrentar la prueba, y por eso me miento a mí mismo: “no es verdad que la renuncia a aquel placer se me impone para que no caiga en pecado; no es verdad que debo vencer ortodoxia fuese perseguida, y me callé!

¡Cuántas veces presencié de brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden vuestra Iglesia! Y no tuve siquiera el coraje de dirigirles una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los que me rodean, de decir “no” a los que forman mi ambiente, por el miedo de “ser diferente de los otros”. Como si me hubieseis creado, Señor, no para imitaros, sino para imitar servilmente a mis compañeros.

En aquel instante doloroso de la condenación, Vos sufristeis por todos los cobardes, por todos los muelles, por todos los tibios… por mí, Señor.

¡Jesús mío!, perdón y misericordia. Por la fortaleza de que me disteis ejemplo desafiando la impopularidad y enfrentando la sentencia del magistrado romano, ¡curad en mi la alma la llaga de la molicie!

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

V. Ten piedad de nosotros, Señor.

R. Ten piedad de nosotros.

V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

R. Amén.

Bajar la meditación completa del Vía Crucis

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30/03/2020 | Por | Categoría: Formación Católica
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