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El sentido contrarrevolucionario de la obra de dos santos

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San Luis María Grignion de Montfort y Sta. Margarita María Alacoque, la devoción al Sagrado Corazón y a la Santísima Virgen María, remedios para la crisis de hoy

En la festividad del Sagrado Corazón

Para aquellos que ven la historia con los ojos de la fe y saben discernir a lo largo de las intervenciones de la Providencia a favor de la Santa Iglesia, la coincidencia y la armonía entre las misiones de dos grandes santos son sorprendentes: San Luis María Grignion de Montfort y Sta. Margarita María Alacoque.

 Cuando se formaba el cáncer revolucionario

Ambos vivieron en Francia, en una época de gran importancia para la historia del mundo. En las profundidades de la sociedad francesa, los gérmenes de los grandes movimientos ideológicos del siglo XVI continuaron desarrollándose vigorosamente.

Aún discretas, las tendencias hacia el racionalismo, el secularismo y el liberalismo se extendieron como una corriente de agua impetuosa y subterránea, en los sectores clave de la sociedad. Y el lento pero inexorable ocaso de la aristocracia y de las corporaciones de artesanos y comerciantes, coincidiendo con la ascensión cada vez más marcada de la burguesía, preparó de lejos la organización social que nacería en 1789.

En una palabra, con mucho tiempo de anticipación, pero con mucha fuerza, con una fuerza que pronto se volvería humanamente casi irresistible, la Revolución se estaba formando como un cáncer, en las entrañas de un organismo todavía saludable.

Procesos históricos como éste deben ser contenidos preferiblemente en su nacimiento. En efecto, si se permite su desarrollo, se hace cada vez más difícil yugular.

La intervención de la Providencia para evitar la Revolución

Por lo tanto, es importante enfatizar que, justo cuando la acción preventiva parecía más oportuna y más efectiva, la Providencia suscitó a dos santos en Francia con una misión evidente y especial a este respecto. Una misión que, principal y directamente, se dirigió a la Primogénita de la Iglesia, pero que indirectamente beneficiaría al mundo entero. Porque si, por un lado, la extinción in ovo de los gérmenes revolucionarios en Francia podría haber evitado las calamidades de la Revolución para todo el mundo, por otro lado, un triunfo insignificante de la Religión, ocurrido en el país líder de Europa en el siglo XVIII, podría haber tenido lugar en el historia religiosa y cultural de la humanidad repercusiones incalculables.

El reinado de Luis XIV se extendió de 1643 a 1715. Santa Margarita María vivió de 1617 a 1690, y San Luis de Montfort nació en 1673 y murió en 1716. Es decir, fueron contemporáneas del Rey Sol tanto la acción de la Visitandina a quien el Corazón de Jesús comunicó sus mensajes de amor, cuanto la predicación del apóstol angelical que enseñó «La verdadera devoción a la Santísima Virgen».

Paray-le-Monial, palabras de Nuestro Señor a Santa Margarita María, grabadas en el altar en el que se encuentran las reliquias de esta Santa: «No temas nada. Reinaré a pesar de Mis enemigos. Si crees, verás el poder de Mi Corazón».

Sentido antirrevolucionario del mensaje de Paray-le-Monial

Los lectores de “Cristiandad» ciertamente ya conocen los pedidos hechos por Nuestro Señor, a través de Santa Margarita María, a Luis XIV. Saben que el Sagrado Corazón predijo grandes males para Francia, pero prometió evitarlos si se escuchaban sus peticiones. Finalmente saben que, dado que Luis XIV no atendió el mensaje ‒tal vez engañado por informaciones y manejos que todavía poco conocidos‒ en la prisión del Templo de Luis XVI prometió atenderlo. Pero era tarde, y la Revolución siguió su curso, para desgracia de todos nosotros.

A partir de estos hechos, lo que debemos tener en cuenta en este momento es que desde el centro de Francia, en Paray-le-Monial, la Providencia quería encender un brasero de piedad en el reino cristianísimo y un ardiente foco de regeneración moral, para evitar las calamidades que luego sobrevinieron.

En la misma línea, sin embargo, la Providencia dio lugar a otro movimiento en el oeste de Francia.

Precursor y patriarca de la contrarrevolución

Al igual que Santa Margarita María, San  Luis María parece no haber tenido ningún pensamiento político particular. Predijo grandes catástrofes para su país y para toda la Iglesia. Pero su mirada no se detuvo sino en las esferas más profundas en las que se estaban preparando estas catástrofes. Sus escritos aluden a una crisis religiosa y moral de gran envergadura, de la cual, como una caja de Pandora, saldrían todo tipo de males.

Para remediar estos males, predicó en sus ardientes sermones, escuchados con profunda avidez por los campesinos del piadoso Oeste, la doctrina espiritual que condensó en varias obras, siendo las principales el «Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen», la «Carta Circular a los Amigos de la Cruz» y el «Amor a la Sabiduría Eterna».

Nuestra Señora del Sagrado Corazón

Bien analizados, estos tres libros monumentales, y desafortunadamente poco conocidos, son la refutación de todas las falsas doctrinas de las cuales nacería el monstruo de la Revolución. Refutación por ciertos sui generis.

Las obras de San Luis María no estaban destinadas principalmente a persuadir a los espíritus escépticos, sensuales y naturalistas de los que estaban en el error.

Su principal preocupación era premunir a los católicos fervientes o tibios contra estos errores. Y así, toda su dialéctica consistía en inculcar el amor a la Sabiduría, advertir a sus lectores contra el secularismo, o la tibieza; inculcar el amor de la Cruz, prevenir contra la sensualidad y el amor delirante de los placeres, a los católicos de una era esencialmente gozadora y mundana; e inculcar la devoción a Nuestra Señora a través de la «santa esclavitud», para advertir a los lectores expuestos en todo momento a la insidia de este verdadero calvinismo larvado, que era el jansenismo.

En todos sus libros la dialéctica es la misma. Él muestra con argumentos extraídos de las Escrituras, la Tradición, la Historia de la Iglesia y la Hagiografía, que un católico no puede estar de acuerdo con el espíritu del siglo, y que cualquier punto intermedio entre ese espíritu y la vida de piedad es solo un engaño peligroso de los sentidos o del diablo.

Por María a Jesús

En todo este sistema, es necesario enfatizar que la devoción a Nuestra Señora, considerada especialmente como Reina del Universo, Madre de Dios y de los hombres y Medianera de todas las gracias, tiene un papel absolutamente central.

Es a través de esta devoción que el fiel puede alcanzar de Dios la Sabiduría y el amor a la Cruz. Porque la Santísima María es el medio por el cual Jesucristo vino a nosotros, y por el cual podemos ir a Él.

Mientras más nos unamos a María, más nos uniremos a Jesús. Es en las almas marianas ‒intensamente, ardientemente, marianos filiales‒ donde el Espíritu Santo forma a Jesús. Sin ella, los mayores esfuerzos para la santificación resultan en desastres.

Remedio para nuestra debilidad

Con Ella, lo que parece inaccesible para nuestra debilidad se vuelve accesible, las vías se abren, las puertas se abren y nuestras fuerzas, recibidas del canal de las gracias, se multiplican. Lo importante, entonces, es ser un verdadero devoto de María.

Pero esta devoción tiene falsificaciones. El Santo nos muestra cuales son y nos previene contra los minimalistas, especialmente aquellos que se contentan con una vana devoción, hecha de simples fórmulas y actos de piedad externos.

La perfecta devoción, enseña, es ser esclavos de María, dándole todos nuestros bienes espirituales y temporales, y haciendo todo por Ella, con Ella y en Ella.

Frutos contrarrevolucionarios de la predicación monfortiana

San Luis María fue una gran perseguido. Los prelados, los príncipes de la Iglesia, el propio gobierno, lo combatieron. Solo el Papa y algunos obispos franceses lo apoyaron. En Bretaña, en Poitou, en Aunis, su predicación se ejerció libremente y perduró a través de las generaciones, manteniéndose profundamente fieles.

Cuando, durante la Revolución, la civilización cristiana necesitaba héroes para defenderla en las tierras de Francia, ellas surgieron más o menos en todo el reino cristianísimo. Pero en cierta región, todo el pueblo tomó las armas, en una reacción masiva, compacta, impetuosa e indomable. Los Chouans, cuya memoria ningún católico puede evocar sin la más profunda y religiosa emoción, fueron los nietos de esos mismos campesinos que San Luis María había formado en la devoción a Nuestra Señora. Donde San Luis María había predicado y escuchado, no hubo Revolución impía y sacrílega; al contrario, hubo cruzada y contrarrevolución.

Actualidad de Santa Margarita María y de San Luis de Montfort

No importa hasta qué punto se encontraron los movimientos de Paray-le-Monial y Vandée en el siglo XVII. La importancia de uno y otro no se limitó a ese momento. Hijos de la Iglesia, en este trágico siglo XXI, podemos y debemos ver ambos movimientos en una sola perspectiva y, por lo tanto, unidos, hacerlos nuestro tesoro espiritual.

El nexo esencial que los une ahora se coloca en tal luz, en la conciencia de cualquier fiel, que ni siquiera es necesario insistir en ello. La devoción al Corazón de Jesús es la manifestación más rica, extrema y delicada del amor que nuestro Redentor tiene por nosotros. La vía para llegar al Corazón de Jesús es la Medianera de todas las gracias. Y así uno va al Corazón de Jesús a través del Corazón de María. Esta última devoción, que San Antonio Claret puso con tanta luz, San Luis Grignion de Montfort, al parecer, no la conocía. Pero es el punto de unión entre el mensaje de Paray y la predicación del apóstol marial de la Vandée. Punto de unión que, por cierto, tuvo tanto realce en las apariciones de Fátima.

Una crisis religiosa y moral

Pero además de estos grandes lazos fundamentales hay otros. Los entenderemos bien, de un vistazo, si consideramos lo que Francia, la civilización cristiana, el mundo podría ser hoy, si los movimientos de Paray y Vandée hubieran sido victoriosos en los siglos XVII y XVIII. En lugar de la Revolución, con sus execrables secuelas que nos arrastraron a la tormenta actual, tendríamos el reino de la justicia y la paz. Opus Justitiae pax , se puede leer en el escudo de armas de Pío XII. Sí, la paz de Cristo en el Reino de Cristo, del cual nos distanciamos cada vez más.

Y así se destaca la gran oportunidad del mensaje de Paray y la obra de San Luis María. Ellas nos enseñan que el fondo de los problemas que generaron la crisis actual es religioso y moral. Y nos señalan los medios sobrenaturales por los cuales la Revolución universal de nuestros días, la hija insolente y depravada de la Revolución Francesa, puede ser vencida. Es solo por el buen uso de estos medios que, en el campo cultural, social o político, pueden surgir las reacciones que preparan, en la Tierra, la realeza de Cristo por la realeza de María.

Artículo para la Revista Cristiandad de España, Noviembre de 1958

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22/06/2022 | Por | Categoría: Formación Católica
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