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Cultura del respeto o regreso a la barbarie

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Algunos países de Europa buscan regresar a una cultura del respeto, de la responsabilidad personal, ante las consecuencias desastrosas producidas por la práctica de un liberalismo a ultranza. Nuestro País, siempre en la modernidad de ayer, parece querer repetir esa experiencia desastrosa.

Todos sabemos los efectos destructivos para una sociedad que tiene el problema del sexo encarado de un modo exclusivamente egoísta y hedonista.

Sin embargo, el gobierno de la señora Bachelet parece empeñado en promover, con un ahínco diríamos casi ascético, la depravación moral de nuestra juventud.

Al mismo tiempo que obliga de modo tiránico a las farmacias a repartir la píldora del día siguiente, la Ministra de Salud (s) enseña el uso de preservativos a los jóvenes de modo desvergonzado y entre risas, al lanzar la nueva campaña destinada a la juventud, a través del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV).

Esta posición socialista no es algo que deba extrañarnos. Me cayó en las manos un texto del Papa León XIII, que bien explica el porqué de esta «revolución cultural» en curso en nuestro País: «Sin dificultad alguna comprendéis, venerables hermanos, que nos referimos a esos hombres sectarios que con diversos y casi bárbaros nombres se denominan socialistas, comunistas y nihilistas. Esparcidos por toda la tierra, y coligados estrechamente entre sí con una inicua asociación (…) se empeñan por ejecutar el plan, hace tiempo concebido, de derribar los fundamentos de la sociedad civil» (Encíclica Quod Apostolici Muneris).

Tanto se ha hablado recientemente de una reforma de la educación, y ¿qué fruto puede tener la educación, por más bien concebida y organizada que esté, en un clima de disolución moral, como el que se empeñan en crear?

El presidente Sarkozy en carta a los educadores franceses (4 de septiembre de 2007) ha señalado varios puntos importantes para restaurar la educación en Francia. Si bien él estriba esta reforma en los fundamentos vanos de una moral laica, los principios que señala son válidos. Cito a continuación un trecho:

«Recompensar el mérito, sancionar la falta, cultivar la admiración por el bien, por lo que es justo, por lo que es bello, por lo que es grande, por lo que es verdadero, por lo que es profundo, y la detestación de lo que es malo, de lo que es injusto, de lo que es feo, de lo que es mezquino, de lo que es mentiroso, de lo que es superficial, de lo que mediocre, es así que el educador ayuda al niño de que está a cargo y le expresa del mejor modo el amor y respeto que le tiene».

«El respeto, justamente, debería ser el fundamento de toda educación. Respecto del profesor en relación al alumno, respecto de los padres en relación al niño, respeto del alumno por el profesor, del niño por sus padres, respeto de los otros y respeto de sí mismo. Eso es lo que la educación debe producir. Si ya no existe bastante respeto de nuestra sociedad es en primer lugar, un problema de educación».

Parece que en Chile la palabra de orden es proteger, favorecer y prestigiar la libertad para el mal y coartar la libertad para el bien en toda la medida de lo posible.

Quiera Dios que los chilenos despertemos de nuestro letargo y nos opongamos de modo empeñado a esta destrucción de los principios cristianos que hicieron la grandeza de Occidente.

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23/11/2007 | Por | Categoría: Política y valores

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