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El Cardenal O’Brien desafía al poder

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Keith Patrick O’Brien, Cardenal de la Santa Iglesia Romana; Arzobispo de St. Andrews, en Edimburgo, Escocia; Presidente de la Conferencia Episcopal,  dirigió su última intervención contra la propuesta del gobierno escocés de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Hoy en día los homosexuales en Escocia tienen los mismos derechos derivados del matrimonio a través de la civil partnership y sus uniones civiles son reconocidas legalmente. La única diferencia que daría lugar a la equiparación jurídica total del matrimonio y las uniones civiles, sería la de celebrar su respectiva unión en la iglesia. Matrimonios homosexuales frente al altar. Esta hipótesis, como era obvio predecir, está en el centro del debate y opone a la mayoría de la opinión pública a la élite políticamente correcta del gobierno.

Por esto el cardenal O’Brien ha lanzado el guante del desafío al poder, con una provocación malévola y difícil de rechazar: hacer un referéndum y dar la palabra a la gente. Para poner de relieve cómo el tema es sentido por el pueblo, el purpurado comparó los datos de dos encuestas realizadas por el gobierno. La primera es relativa al matrimonio entre homosexuales, respondida por 80.000 personas, y la segunda es con respecto a la posibilidad de un referéndum sobre la independencia de Escocia, respondida por 26.000.

En base a estos números, el raciocinio del cardenal O’Brien es impecable: si una consulta sobre la legitimación de los matrimonios homosexuales ha recibido un número de respuestas tres veces mayor que la institucionalización de la independencia –un tema bastante sensible- significa que a fortiori se debe realizar un referéndum sobre la propuesta del gobierno del matrimonio homosexual. Para ello, según el cardenal, un referéndum sobre el asunto sería de «vital importancia» porque el tema es de «un agudo interés público. »

Hasta ahora, nada parece extraño, teniendo en cuenta la fisiología de la toma de decisiones democrática. En este sentido, la propuesta de Su Eminencia no debe ser considerada tan escandalosa. Es singular e interesante, por el contrario, el intenso bombardeo que se concentró contra el cardenal O’Brien, objeto, una vez más, de críticas feroces al límite de la histeria. Los críticos habituales en esta ocasión, sin embargo, no se dieron cuenta de que denigrar las palabras del arzobispo de St. Andrews y Edimburgo, han demostrado no poseer, pues, un tan alto concepto del significado de la democracia ni una actitud de respeto a la voluntad del pueblo.

Si los defensores del matrimonio homosexual están tan convencidos de que esto representa la necesidad de adaptar la sociedad al cambio de los tiempos (cambio que el oscurantismo clerical de la Iglesia Católica no llegaría a percibir); si creen que surge de una exigencia profunda de la comunidad; si creen que esto responde al «sentimiento de la mayoría de la opinión pública”, deberían ser los primeros a no oponerse al proyecto de referéndum. Más bien le temen. Así, por ejemplo, The Equality Network (La Red de la Igualdad), organización LGBT que apoya la propuesta del gobierno, considera la posibilidad de celebrar el referéndum como un «americanada». Tom French, portavoz de la organización, explicó que la iniciativa sería «poco escocesa, injusta y un desperdicio colosal de dinero público«. Por otra parte, para decidir «ya existe el gobierno”.

Es interesante esta idea de esta élite política que, cuando el público está de acuerdo, es necesario pedirle que asuma su decisión sagrada y soberana; y, cuando no está de acuerdo, escucharlo significa frustrar el papel del gobierno y el referéndum se convierte en una farsa costosa.

La argumentación del Cardenal -comentamos nosotros- es impecable y deja claro cómo entienden la participación popular ciertos políticos. Lo único que parece faltar es el juicio moral que se espera de un Prelado católico.

(Gianfranco Amato, extractos. In Corrispondeza Romana)

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07/08/2012 | Por | Categoría: Homosexualidad
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