Se dice que hay ciertas formas de belleza ante las cuales uno se siente como impedido de practicar el mal.

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Si aceptamos como verdadero el principio de que la elegancia es el modo por el cual el alma marca su presencia en el cuerpo, ¿qué podríamos decir de esta fotografía?

Casi más parece de un cuento, que de la propia vida real. Tiene cualquier cosa del pavo real, cualquier cosa del cisne, cualquier cosa de un hada.

¿Cómo pueden muchos resignarse tranquilamente a que ya no existan personas con ese brillo, encanto y elegancia?

¿Cómo restaurar los principios, el ambiente, las costumbres que producían personas así?

«La belleza en lo cotidiano nos conduce a Dios»

En realidad sería mucho más fácil de lo que se piensa, pues cuando los hombres deciden cooperar con la gracia de Dios… no hay cosa buena que no se pueda esperar.