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Panorama nacional

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Insípido y sospechoso es el panorama de los días en que vivimos y que parece continuará hasta las elecciones presidenciales. La política nacional se presenta positivamente trivial e inexpresiva.

La única cuestión ideológica de cierto interés es el esfuerzo de los partidos de izquierda y de la Democracia Cristiana por reflotar al Partido Comunista. Nada de esto debe extrañarnos: es propio de la izquierda el que apoye a la extrema izquierda… y de la Democracia Cristiana, abrir el camino al comunismo en todas sus formas. Es el ya antiguo «kerenskysmo» de ese Partido.

Lo que se nota en nuestra política es el predominio del factor gastronómico. Todos tienen apetito del Poder y quieren acercarse a la mesa donde se encuentra. Obtendrá más el que llegue antes. Todos corren, pues, con ansia hacia dónde están las viandas. Este es el único significado de las peleas confusas y poco elegantes de que está lleno el ambiente político: el diputado “X” se peleó con su Partido; la secretaria del Partido “Y” publicó un comunicado que desprestigia al senador “Z”; estos o aquellos jefes se reunieron antes de conversar con la Presidente, y después de la reunión conversaron entre sí. Más tarde, se pelearon porque cada uno da una versión diferente de las reuniones.

¿Y sobre las cuestiones importantes, sobre las cosas que preocupan a la opinión nacional?

¿Quién trata de los problemas de la delincuencia, de la droga, que va carcomiendo a nuestra juventud, de la Píldora del Día Siguiente que, al parecer, los municipios podrían distribuir?

¿Quién se preocupa del problema del terrorismo en la Araucanía y de las complicidades que éste encuentra o de la violencia desatada por comandos anarquistas vinculados con la izquierda y la delincuencia común?

Ningún político habla sobre eso. En compensación, se escribe mucho sobre las cuestioncillas estrictamente personales, y sobre las intrigas de los mil grupos en que se fragmentan los partidos políticos.

Para los que aún conservan la idea ingenua de que la política es la arena destinada por naturaleza al embate doctrinario, y no a las grotescas competencias de apetito personales, este panorama no puede dejar de desconcertarlos.

Y hay más. ¿Quién podría definir cuáles son las posiciones ideológicas que caracterizan a los diversos partidos políticos y en qué se distinguen entre sí?

El marketing político, es decir, la técnica para hacer elegir representantes que no representan a nadie, viene dominando la escena política. Este consiste fundamentalmente en esconder las posiciones doctrinarias de los candidatos, sus programas de gobierno (si es que lo tienen) y ofrecer la fotografía a todo color de un personaje sonriente. La falta de un compromiso explícito con cualquier asunto serio tiene la ventaja para ellos de que, una vez elegidos, pueden hacer lo que les parezca con su cargo.

Pero quienes se dedican a la política ya habrán percibido que el escenario parece muy palpitante pero las butacas del teatro están vacías. El desinterés con que la opinión pública acompaña estos procesos electorales va creciendo día a día, especialmente entre los jóvenes.

Quizá también los políticos ya estén percibiendo que una nueva tendencia está reemplazando a la tradicional inercia de la gente. Pero muchos preferirán continuar con la receta antigua: «más vale malo conocido que bueno por conocer».

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13/08/2008 | Por | Categoría: Política y valores

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