Comparta

Mensaje de desagravio al Papa

Print Friendly, PDF & Email

A Su Santidad Benedicto XVI

Ciudad del Vaticano

Beatísimo Padre,

Nosotros, abajo firmantes, católicos, venimos a presentar a Vuestra Santidad nuestro profundo y sincero desagravio ante las viles calumnias y torpes ataques de que ha sido víctima en las últimas semanas.

Con una hipocresía pocas veces vista, muchos órganos de prensa y televisión que destruyen la inocencia de nuestros niños y adolescentes –por medio de la pornografía y de la promoción de la cultura del “prohibido prohibir”- rasgan sus vestiduras ante el abuso sexual de niños practicado por cierto número de sacerdotes y religiosos profundamente indignos, que incurrieron en ese pecado de verdadera traición a Dios, a la Iglesia y a los fieles.

Sin embargo, esas corrientes que se dicen “avanzadas” culpan de esos innobles abusos a la propia Iglesia, pese a que, por su incesante prédica de la moral evangélica, Ésta no sólo levantó al mundo pagano del barro de una corrupción moral desatada, sino también, a lo largo de veinte siglos, ha sido el baluarte de la virtud de la pureza.

¿Qué autoridad moral tienen tales agresores para exigir la abolición del celibato eclesiástico, cuando glorifican la promiscuidad sexual desde la más tierna edad; distribuyen preservativos a los niños, incitándolos a practicar el llamado “sexo seguro”; corrompen las almas inocentes con sus “clases de educación sexual” pautadas por el hedonismo y la disolución de las costumbres; y promueven la homosexualidad, tratando de bajar la edad legal de consentimiento para ésta?

¿No son acaso los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos, en su inmensa mayoría, casos de homosexualidad con adolescentes, o sea, actos que tantos intelectuales, líderes políticos y medios de comunicación favorecen de modo permanente?

No nos dejamos engañar: el creciente estruendo publicitario busca derribar, junto con vuestra persona, el estandarte inmaculado de las enseñanzas morales de Aquel que es, para la humanidad entera, “el Camino, la Verdad y la Vida”.

Esa ofensiva publicitaria busca evitar que nuestros contemporáneos, frustrados con los engaños de la modernidad, presten oídos a la enseñanza tradicional de la Iglesia, inclusive vuestras oportunas denuncias de la “dictadura del relativismo”, que procura legalizar el aborto y la eutanasia, favorecer las relaciones pre-matrimoniales, el divorcio y el pseudo casamiento homosexual.

Quienes atacan a Vuestra Santidad desean silenciar vuestra voz, por defender las raíces cristianas de la civilización occidental y pleitear el derecho de la Iglesia a intervenir en el debate público, a la luz del Evangelio, sobre las grandes cuestiones culturales y sociales de hoy. Así, se quiere inclusive eliminar de los lugares públicos el más sagrado símbolo religioso -el Crucifijo, que nos recuerda el padecimiento y la muerte de nuestro Divino Redentor.

Tales acusadores afirman que Vuestra Santidad habría encubierto en Munich o en la Curia romana- a quienes practicaron abusos contra niños. Sin embargo son los mismos que se indignaron con vuestra Instrucción de 2005 que prohibió el acceso a los seminarios de candidatos con arraigada tendencia homosexual, o sea, los postulantes que significan un mayor riesgo de cometer abusos sexuales contra niños o adolescentes.

Promotores de la campaña de calumnias son también aquellos que no se conforman con que Vuestra Santidad, cuando era Cardenal-Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, denunciara al comunismo como “la vergüenza de nuestro tiempo” y condenara la Teología de la Liberación de inspiración marxista, que penetraba en los medios católicos.

Considerando el significado más profundo del debate en curso y las enseñanzas perennes de la Santa Iglesia, adherimos de todo corazón a los “valores no negociables” defendidos por Vuestra Santidad, o sea, la inviolabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; la familia fundada sobre el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer; y el derecho de los padres de educar a los hijos e inculcarles los principios morales y religiosos verdaderos.

Al expresar nuestro repudio a esa campaña de calumnias, somos movidos por el sentimiento filial que anima a los fieles católicos al ver al Vicario de Cristo atacado por las huestes del mal. Sabemos bien que Ubi Petrus, ibi Ecclesia (donde está Pedro, está la Iglesia). Por eso, hacemos un acto de fe en la Iglesia Católica y en las enseñanzas perennes de su Magisterio que la “dictadura del relativismo” desea eliminar da las leyes y de nuestras vidas.

En el medio de la borrasca, los corazones de millones de católicos os acompañarán en vuestra valerosa defensa de los derechos de Dios y de los “valores no negociables”, con sus oraciones, con su fervor filial y con la energía que les viene del sacramento de la Confirmación que los transformó en auténticos soldados de Cristo.

Bien sabemos, Santidad, y es con dolor que lo decimos, que en este momento en que la Iglesia debería enfrentar firme y cohesionada la tempestad que se anuncia, ella se ve sin embargo debilitada en su elemento humano por la acción de corrientes que en ella se infiltraron, y que llevaron a las impresionantes lamentaciones de Vuestro Predecesor Paulo VI cuando dijo que “el humo de Satanás” había penetrado en el Templo de Dios, refiriéndose incluso a un misterioso proceso de “auto-demolición” en curso, después del último Concilio.

Pero tal situación, lejos de producir desánimo, vuelve aún más urgente que cierren filas en torno de la Cátedra de Pedro aquellos que desean permanecer fieles a las enseñanzas evangélicas. Entre éstos humildemente nos incluimos, siguiendo el ejemplo del gran y añorado líder católico del siglo XX, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira.

Dentro de algunas semanas, por ocasión del décimo aniversario de la beatificación de Jacinta, y en el año en que se conmemora el centenario de su nacimiento, Vuestra Santidad visitará Portugal, donde la Santísima Virgen habló a los tres pastorcitos de Fátima.

Recordaremos, entonces, la visión profética que ella tuvo en el último período de su corta vida, que tanto la hizo sufrir: “Vi al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas ante una mesa, con las manos en el rostro y llorando; fuera de la casa había mucha gente y algunos tirábanle piedras, otros le deseaban males y le decían palabras feas. ¡Pobrecito del Santo Padre, tenemos que pedir mucho por Él!”

¿Estará llegando esa hora? La pregunta se impone y por eso pedimos a la pequeña vidente y a Nuestra Señora de Fátima que intercedan junto a Nuestro Señor Jesucristo y obtengan para Vuestra Santidad especiales gracias de discernimiento y fortaleza, con las cuales pueda dirigir la Barca de Pedro con mano segura, en medio del “tsunami” publicitario con que pretenden hundirla. Esfuerzo vano, pues sabemos que, al fin, conforme la promesa indefectible de Nuestro Señor, “portae inferi non praevalebunt” (las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella).

Dirigiendo a Dios esa oración desde lo más hondo del corazón, depositamos a los pies de Vuestra Santidad nuestros más respetuosos y filiales homenajes.

Atención: Los comentarios no son enviados al Papa. Es necesario presionar el vínculo «Envie su mensaje» para hacerle llegar su apoyo.

Comparta con sus amigos
15/04/2010 | Por | Categoría: Homosexualidad
Tags: ,

Deje su comentario