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Aprobación en Argentina del pseudo matrimonio homosexual, una lección para Chile

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Hemos visto abatirse sobre nuestros vecinos argentinos la desgracia de la aprobación del pseudo matrimonio homosexual. La legalización de tales uniones no aporta nada al bien común, cuya promoción es deber de la clase política. Por el contrario, la proliferación de estas uniones estériles por naturaleza será un factor más en la demolición de la familia, sin hablar de las persecuciones legales a que dará lugar contra quienes manifiesten su rechazo a ellas.

Asistimos a una sistemática demolición de la familia cristiana en nuestro País. Sin pretender hacer un elenco completo, podemos recordar algunos pasos. El fin de la censura a las películas y publicaciones trajo consigo la propaganda obsesiva del sexo. La descriminalización del acto homosexual. Lo siguió el divorcio. La generalización de una educación sexual hedonista y la propaganda y distribución masiva de preservativos y de la píldora. Todo esto viene conduciendo a una disminución de los matrimonios y a un aumento de las uniones libres, es decir, a la instauración del amor libre, una de las principales metas de la ideología marxista. Como si esto fuera insuficiente, el proyecto de uniones de hecho facilitará que las parejas heterosexuales no se casen.

Concluyentes censuras de la Santa Sede a la agenda homosexual

En relación a las uniones homosexuales la Congregación para la Doctrina de la Fe así se expresa: «Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas«.

Más adelante agrega: «El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos homosexuales, en efecto, cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

«En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales están condenadas como graves depravaciones…” (cf. Rm 1, 24-27; 1 Cor 6, 10; 1 Tim 1, 10). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía sean personalmente responsables de ella; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. El mismo juicio moral se encuentra en muchos escritores eclesiásticos de los primeros siglos, y ha sido unánimemente aceptado por la Tradición católica«.

El mismo documento señala el efecto perverso de estas leyes sobre la mentalidad de los más jóvenes: «Las leyes civiles son principios estructurantes de la vida del hombre en sociedad, para bien o para mal. Ellas desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres. Las formas de vida y los modelos en ellas expresados no solamente configuran externamente la vida social, sino que tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a causar el obscurecimiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial«.

Analizando el problema desde el punto de vista del orden social, agrega: «La sociedad debe su supervivencia a la familia fundada sobre el matrimonio». «Poniendo la unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o la familia, el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes.

«Para sostener la legalización de las uniones homosexuales no puede invocarse el principio del respeto y la no discriminación de las personas. Distinguir entre personas o negarle a alguien un reconocimiento legal o un servicio social es efectivamente inaceptable sólo si se opone a la justicia. No atribuir el estatus social y jurídico de matrimonio a formas de vida que no son ni pueden ser matrimoniales no se opone a la justicia, sino que, por el contrario, es requerido por ésta«.

Deberes de los fieles católicos en general, y de los Pastores muy en especial

Finalmente, señala la obligación moral de los católicos en general y de los políticos en particular de oponerse a estas legislaciones: «Si todos los fieles están obligados a oponerse al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que les es propia.

«En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral«.

Si tal obligación existe para todos los católicos, ella lo es mucho más aún para la Jerarquía Eclesiástica. Por lo que se vuelve más urgente la orientación de la Jerarquía a los católicos y su oposición a esos proyectos. Acción Familia hace un llamado a nuestros Pastores para que actúen a tiempo para impedir esta desgracia a nuestro país.

La Jerarquía Eclesiástica argentina dio un bello ejemplo con su actitud en estos días, pese a que esto se dio a último momento, cuando ya era muy difícil revertir la aprobación de una ley que tenía el apoyo del Ejecutivo y de la Cámara de Diputados.

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16/07/2010 | Por | Categoría: Homosexualidad
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