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Ante las uniones homosexuales: ¿Ceder para no perder? ¿O luchar para no perder?

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Hay momentos en la Historia de un país en los cuales a éste le toca hacer una opción crucial que decide su futuro.

No dudamos en afirmar que Chile pasa en estos días por tal situación histórica.

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[columncontent width=»50″]En efecto, el País viene siendo sacudido por un verdadero alud de proyectos de ley, declaraciones gubernamentales y parlamentarias, comentarios de prensa, noticias y opiniones que agitan el espectro de las uniones homosexuales como una supuesta necesidad de justicia.

Todos los que se manifiestan coinciden en declarar la urgencia de reconocer legalmente tales uniones. Sólo varían en el modo y en la radicalidad con que lo plantean.

1. Los “maximalistas”, que se encuentran tanto ocupando cargos ministeriales (Cruz Coke), cuanto opositores (Fulvio Rossi), sostienen que se debe legalizar un “matrimonio” homosexual con todos los derechos correspondientes a esta institución.

2. Otros más “prudentes”, afirman que no se debe usar la expresión “matrimonio”, sino “uniones civiles” (Allamand y Chadwick), por considerar que el vocablo “matrimonio” sería de uso exclusivo para las uniones heterosexuales. Salvo eso, les conceden a las uniones homosexuales un reconocimiento civil muy semejante al del matrimonio (derechos de herencia, adopción, previsión, etc.).

3. Los más “moderados” (algunos UDI y RN), creen que no es urgente tal reconocimiento, pero, para acabar con la polémica, conceden que se les otorgue un reconocimiento notarial que consagre los derechos de propiedad y herencia de los bienes habidos en conjunto, sin que sean incluidos en el Registro Civil.

4. Por su parte, el Presidente Piñera afirma que él presentará otro Proyecto de Ley que no sólo reconocerá el “debido respeto” a las uniones homosexuales, sino también su “dignidad”.

Frente a tal unanimidad no se nota fuerza política alguna de destaque nacional que, en sentido opuesto, exprese que las uniones homosexuales son “intrínsecamente desordenadas” y que, por tanto, su reconocimiento –sea éste matrimonial, civil o notarial– constituye una clamorosa injusticia contra la Ley de Dios y la Familia natural, y que, por eso mismo, será ruinosa para el País.

Tal conjunto de apoyos claramente está inhibiendo a quienes serían proclives a oponerse a tales uniones y así surge la tendencia a ceder un poco, supuestamente para no perderlo todo; cuando, en realidad, ¡cediendo un poco es que se acaba perdiendo todo!

En esta hora histórica Acción Familia, no pacta con tal táctica, sino que hace oír su voz para afirmar ante la Nación que, cuando se trata de defender cuestiones vitales y principios “no negociables”, la estrategia de “ceder para no perder” no pasa de ser una defección. [/columncontent]
[columncontent width=»50″]Acción Familia afirma que, frente a esta amenaza contra la integridad moral de Chile, al igual que frente a una invasión externa, la única actitud digna es la de “luchar para no perder”. Algunos objetarán que tal posición va contra los vientos de la modernidad y que por ello está condenada al fracaso.

Ante tal objeción respondemos que, cuando se trata de defender la honra y la integridad cristiana de la Nación, las estrategias de acomodamiento con el enemigo llevan siempre al peor fracaso, pues le quitan al País la mejor parte de su patrimonio, que es la fuerza moral de sus hijos que quieren resistir.

En segundo lugar, recordamos que, hace 40 años, se decía que el viento de la modernidad nos conducía inexorablemente hacia el socialo-comunismo y que se imponía una acomodación frente a sus nefastas exigencias.

Hoy, esa falsa modernidad no pasa de ser un aparato anquilosado y ruinoso cuya expresión más patente y siniestra es la figura de Fidel Castro, que redujo a su país a una miseria y a una opresión infra-humanas. Y quienes querían que Chile siguiese ese camino lo impulsaban, a sabiendas o no, hacia un régimen de análoga miseria moral y material. ¡Y el País se salvó gracias a quienes rechazaron tajantemente esa defección!

Los chilenos que queremos una Nación auténtica, cristiana y fuerte, no podemos renunciar a una actitud clara, total y decidida, que, dentro de los márgenes legales, se oponga a cualquier tipo de reconocimiento de las uniones contrarias a la naturaleza como son las homosexuales.

En esta oposición no nos mueve ninguna animadversión a las personas que, sin culpa propia, tienen una tendencia opuesta a la natural; rezamos por ellos y esperamos que no se dejen arrastrar por las malas inclinaciones de la naturaleza decaída. Y de ningún modo pensamos que ese infortunio constituya razón para que sean lanzados a la práctica habitual del vicio.

Muy diferente es la posición de quienes pretenden imponer sus postulados contrarios a la moral como un supuesto imperativo de justicia y equidad. A estos les decimos: No; Chile no renunciará a sus raíces cristianas y a su tradición familiar que nos legaron las generaciones que nos precedieron y que, con Fe y ufanía, transmitiremos íntegras a las que nos seguirán.

Pedimos a la Virgen del Carmen, Reina y Patrona de Chile, que mueva los corazones de todos sus hijos a tomar la posición valiente que tuvieron todos aquellos que defendieron nuestra soberanía –moral y territorial– a lo largo de nuestra Historia. Sin ellos, nuestra Patria hoy estaría esclavizada o mutilada. Siguiendo su ejemplo, miramos con confianza los desafíos del presente y proclamamos las esperanzas para el porvenir. [/columncontent]
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01/06/2011 | Por | Categoría: Homosexualidad
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