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Santo Padre: Decid una sola palabra (Podcast)

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El anuncio de la visita del Papa para el próximo mes de enero está, con razón, movilizando a las autoridades eclesiásticas para preparar su recepción. La segunda visita de un Vicario de Cristo a nuestro país es un verdadero acontecimiento, no sólo para los católicos sino para todos los chilenos.

Entre esos preparativos, se han hecho oír voces que solicitan al Santo Padre que levante su voz en contra del aborto y en defensa del derecho de nacer, que se encuentra gravemente amenazado por el actual proyecto de ley que intenta legalizarlo.

La semana pasada hubo católicos laicos altamente representantivos, los diputados Van Riysselberghe y Norambuena, que anunciaron el próximo envío de una carta a la Conferencia Episcopal pidiendo su intercesión para que el Papa formule una clara condenación al aborto durante su estadía en Chile.

Jacqueline Van Rysselbergue

«Si el asesinato de inocentes no es rechazado por S.S. aduciendo por motivos políticos, existirá un contrasentido que le causará una contradicción a miles de chilenos que ven en la figura de Francisco I un líder moral para ellos», declaró la diputado Van Rysselberghe.

Sin embargo, también se ha anunciado que “el Papa vendrá como Pastor y no como político”, y que por lo tanto no le corresponde a él pronunciarse sobre un tema de contingencia política como es un proyecto de ley.

El tema no es sin importancia, pues puede definir las consecuencias que traiga esta augusta visita para el futuro moral de Chile. Si el Papa indica claramente la ilicitud moral, para cualquier católico, sea éste parlamentario o simple ciudadano, de respaldar una ley inmoral, como lo es la del aborto, estamos seguros que el proyecto podría quedar estancado en el Parlamento.

Si por el contrario, él no se refiere a este tema, los católicos favorables al proyecto dirán que “quien calla consiente”, y que una vez que el Papa no dijo nada contra la aprobación del aborto en Chile, es porque a él no le parece que, en los casos despenalizados, sea un crimen ni un asesinato practicarlo.

El problema entonces se centra en esta pregunta: ¿Puede un Pastor omitirse de condenar el principal peligro por el cual pasa su rebaño chileno, con el fin de evitar provocar algún tipo de problemas para el Gobierno de turno?

Evidentemente que no.

En los asuntos de naturaleza temporal, lo que distingue a un político de un Pastor, es que el primero opina en todas esas materias de un punto de vista humano, y el pastor sólo en aquellas cuestiones políticas que tienen repercusiones morales, o sea “ratione peccati” (por razón de pecado), y lo hace desde un punto de vista divino.

Ahora, el aborto ha sido siempre considerado por la moral católica, como un pecado grave, “que clama a Dios por venganza”, pues constituye un homicidio con el agravante de que la víctima es indefensa e inocente. La aprobación de una ley que instaura ese pecado como un derecho, constituye un pecado nacional, y es por lo tanto mucho más grave aún, pues en él se encuentra comprendido todo el país.

Por estas mismas razones, los pastores chilenos han declarado reiteradamente que el proyecto de aborto presentado por el Gobierno actual constituye la legalización del crimen. Y han hecho bien, pues han opinado no “como políticos” sino como “pastores”.

Visita de Juan Pablo II a Chile

El Catecismo de la Iglesia católica enseña, en efecto, que el oficio pastoral del Magisterio de los obispos “está dirigido a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad”, para lo cuál “debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica” (§890).

También enseña que “Cristo […] realiza su función profética a través de la jerarquía” y él hace de los obispos “sus testigos” (§904). Por tanto, al igual de los profetas del Antiguo Testamento, ellos tienen la obligación de denunciar los desvíos de la sociedad en la cuál ejercen su ministerio pastoral.

Pero eso vale todavía más para el Papa, quien “como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles confirma en la fe a sus hermanos” (§891).

Por lo tanto, el Santo Padre en su visita, tiene todo el derecho de ejercer su ministerio de Pastor Supremo, reiterando las condenaciones episcopales de cualquier ley abortista, basadas en la ilicitud moral de aprobar el aborto. Mas que un derecho es un deber hacerlo, porque si él se omitiese de alzar su voz delante de ese pecado nacional atroz, por razones de “respeto humano”, como sería para no desagradar al actual Gobierno, el Santo Padre estaría además desautorizando a los Obispos chilenos en sus declaraciones.

Su silencio sería tanto más chocante cuanto desentonaría del hecho histórico de la visita del Papa Juan Pablo II hace exactamente treinta años atrás, en abril de 1987.

En un contexto en que aún no se presentaban proyectos de ley que ofenden gravemente la integridad de la familia cristiana, Juan Pablo II, sin embargo, no dejó de alertar sobre ellos, en previsión de lo que vendría después.

Así, en el famoso discurso a las familias chilenas en Rodelillo, el Papa dijo:

“Queridos esposos y esposas de Chile, vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia es sublime. (…) No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio que destroza la familia, esteriliza el amor y destruye la acción educativa de los padres cristianos. No separéis lo que Dios ha unido (cf. Mt. 19, 6). (…) En un mundo en que tantas veces vemos un amor falsificado y contrahecho de mil maneras, la Iglesia considera como uno de los deberes más apreciados y urgentes para la salvación del mundo, el ‘testimonio de inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial’ ”

Y agregó: frente a una

“mentalidad contra la vida, que quiere conculcarla desde sus albores, en el seno materno, vosotros, esposos y esposas cristianos, promoved siempre la vida, defendedla contra toda insidia, respetadla y hacedla respetar en todo momento. Sólo de este respeto a la vida en la intimidad familiar, se podrá pasar a la construcción de una sociedad inspirada en el amor y basada en la justicia y en la paz entre todos los pueblos”.

***

Con estas palabras el Papa en 1987, con treinta años de anticipación, estaba condenando tres iniciativas legales, una de las cuales hoy es ley, que es el divorcio; y dos que se tramitan actualmente: el aborto y el “matrimonio” homosexual.

No se puede negar que estas advertencias  a los chilenos fueron necesarias y oportunas. O sea, verdaderamente pastorales, sin ningún temor de ser criticado por supuestamente “estar haciendo política”.

Eso que era válido treinta años atrás, continúa siendo válido hoy, porque el ministerio petrino no cambia, y una advertencia papal es todavía más urgente puesto que Chile está en la inminencia de caer en el abismo del aborto.

Nuestras vistas se elevan entonces al Santo Padre, y como hijos fieles de la Santa Iglesia le decimos: “Santo Padre, decid una sola palabra y los inocentes serán salvados de la muerte. Detened al cuchillo de Herodes que se apresta a caer sobre miles de chilenos inocentes y no nacidos. Impedid que nuestra nación se sume a todas aquellas que han seguido la criminal senda del primer homicida, Caín”.

Estimado radioyente, le propongo que como preparación para la visita del Santo Padre, Ud. y su familia recen en esta intención: Que el Papa, como Vicario de Cristo en la Tierra, y con el vigor profético de un San Juan Bautista les diga a los Herodes chilenos: “No te es lícito matar a tu prójimo inocente”.

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07/07/2017 | Por | Categoría: Aborto
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