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Aborto: ¿Puede haber algo más terrible para un país?

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«Cuando en la sociedad civil es desterrada la religión y aún repudiada la doctrina y autoridad de la misma Revelación, también se obscurece y aún se pierde la verdadera idea de la justicia y del derecho, en cuyo lugar triunfan la fuerza y la violencia”.

 Si el Estado legaliza el derecho de algunos a solicitar o practicar el  aborto, actúa de forma arbitraria
Si el Estado legaliza el derecho de algunos a solicitar o practicar el aborto, actúa de forma arbitraria, falta a un deber y se arroga un poder que no le pertenece, socavando las bases jurídicas de la Nación
El derecho a la vida

Frecuentemente escuchamos preguntas como esta: ¿Por qué será necesario tomar en consideración la enseñanza de la Iglesia al legislar en materia de aborto?

Hay que considerar que el derecho a la vida, como todos los derechos fundamentales del hombre, se asienta en el carácter universal y trascendente de la naturaleza humana y, por ello, es anterior y superior a toda ordenación jurídica positiva.

Es decir:

“No es el reconocimiento por parte de otros lo que constituye este derecho; exige ser reconocido y es absolutamente injusto rechazarlo”. [1]

En consecuencia, si el Estado legaliza el derecho a solicitar o a practicar el aborto, actúa de forma arbitraria; falta a un deber y se arroga un poder que no le corresponde, socavando las bases jurídicas de la Nación.

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Legislando al margen de la ley natural y divina

Por otra parte, es necesario comprender la gravedad que conlleva legislar al margen de la ley natural y divina, ignorando la autoridad de la Iglesia Católica en estas materias.

Cuando en su país se encendió la polémica del aborto, el conocido pensador católico brasileño, Plinio Corrêa de Oliveira, así lo explicó en una entrevista periodística:

“La Iglesia Católica fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo como maestra de la moral. Excluirla de cualquier asunto de naturaleza moral es excluir al mismo Jesucristo, lo que desgraciadamente no es raro que ocurra en los medios de comunicación de nuestros días. (…)

“El derecho de la Iglesia a ser oída no le viene de la mayoría sino de la autoridad del mismo Jesucristo, el cuál fue igualmente Maestro cuando la multitud lo glorificaba cantando: ‘¡Hosanna al Hijo de David!’, como cuando vociferaban: ‘¡Crucifícalo!’.

“Negarle al Divino Maestro ese derecho, es obviamente mucho más censurable en un país católico en el cual la inmensa mayoría dispone de medios, inclusive pacíficos y enteramente legales, para conseguir que su voz nunca sea rechazada u omitida. (…)

“¡Cada aborto constituye un asesinato! (…)

“En la medida en que la impunidad legal permita que en Brasil el aborto se introduzca en nuestras costumbres, el número de asesinatos se multiplicará indefinidamente. “Todo esto hace correr un río de pecados que gritan y claman al cielo por venganza. Esta enérgica expresión la encontramos hasta en los Catecismos.

“¿Puede haber algo más terrible para un país?

“En el plano social, los efectos del aborto son claros. Por una parte, la ausencia de frutos en las llamadas ‘uniones libres’ sólo contribuye a multiplicarlas. Por otra parte, el aborto debilita los vínculos del matrimonio. En efecto, cuanto más numerosos son los hijos, tanto más se robustecen los vínculos afectivos y morales entre los padres.

“Todo esto constituye un factor más que debilita al matrimonio y a la familia, y, por tanto, a toda la sociedad brasileña” [2]

La enseñanza de la Iglesia
Beato Pío IX
Cuando en la sociedad civil es desterrada la religión se obscurece y aún se pierde la verdadera idea de la justicia y del derecho

Ya el Beato Pío IX había enseñado en el mismo sentido que:

«Cuando en la sociedad civil es desterrada la religión y aún repudiada la doctrina y autoridad de la misma Revelación, también se obscurece y aún se pierde la verdadera idea de la justicia y del derecho, en cuyo lugar triunfan la fuerza y la violencia”.

Y deja en claro que:

“Una sociedad, substraída a las leyes de la religión y de la verdadera justicia, no puede tener otro ideal que acumular riquezas, ni seguir más ley, en todos sus actos, que un insaciable deseo de satisfacer la indómita concupiscencia del espíritu sirviendo tan sólo a sus propios placeres e intereses”. [3]

Esta desgracia se ha abatido sobre nuestro País. Está en nuestras manos que esa ley inicua sea derogada.


[1] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, “El aborto provocado- Textos de la Declaración y documentos de diversos episcopados”, prólogo de Mons. Juan A. Reig, obispo de Segorbe-Castellón, España, Ediciones Palabra, Madrid, 2000,p. 32.

[2] Cfr, Plinio Corrêa de Oliveira, entrevista concedida a “Edicao Mineira”, Belo Horizonte, Brasil, nº 45, 5-1-83.

[3] Cfr. Beato Pio IX, Encíclica “Quanta Cura”, 8-12-1864.

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17/07/2023 | Por | Categoría: Aborto
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