Comparta

Un amor sin condiciones (Podcast)

Print Friendly, PDF & Email

Dentro de pocos días celebraremos el día de la Madre.

Puede ser que Ud. tenga la fortuna de tener a su madre cerca suyo; puede ser que su madre ya haya partido de esta vida. Sin embargo, una cosa es cierta. Cerca o lejos, su presencia y su recuerdo estarán siempre vivos para Ud.

Dicen que para medir la importancia de una cosa, hay que imaginar cómo sería la realidad si ella no existiese.

Si aplicamos esta regla a la sociedad e imaginamos cómo sería sin madres de familia, la respuesta es que ella simplemente no existiría. Es decir, la madre es condición absoluta para la existencia de la sociedad.

No se trata sólo de una importancia de carácter material. Es decir, sin madres no hay hijos y sin hijos no hay sociedad. Eso lo podríamos decir del mismo modo de los padres.

Hay algo aún más importante en el papel de la madre, y es en el orden de los valores morales.

Sin madre no existe la bondad, y sin bondad la vida en sociedad se torna invivible.

En efecto, lo propio del amor de la madre por su hijo es el de ser completamente gratuito e incondicional. La madre ama a su hijo antes mismo de nacer, lo ama cuando su hijo es capaz de retribuirle apenas una sonrisa desde la cuna, lo ama cuando crece y lo ama hasta cuando el hijo se extravía por malos caminos.

Esta incondicionalidad del amor materno, es lo que ha permitido a la humanidad poder tener equilibrio y seguridad psicológica a lo largo de las generaciones, pues tal incondicionalidad es el mejor reflejo del amor de Dios a los hombres.

El carácter incondicional del amor de las madres por sus hijos no es, sin embargo, un afecto indiferente por las acciones que los hijos realicen. La madre siempre quiere que su hijo sea bueno y virtuoso, y hace todo lo posible para formarlo en las vías del cumplimiento del deber en todas las etapas de la vida.

En este doble efecto del amor materno está el principal estímulo del crecimiento de una sociedad. El primero, ya lo comentamos,  es la seguridad existencial proporcionada por la incondicionalidad; y el segundo, es el estímulo para ser mejor y para cumplir los deberes de estado que es dado por los ejemplos y por los desvelos de la madre.

Este amor incondicional, pero sin ninguna connivencia con los defectos que el hijo puede tener, es la condición más importante para el equilibrio psicológico y la sanidad de una sociedad. Y éste es un beneficio que sólo las mamás pueden darle.

Quizá una de las causas del aumento de desequilibrios psicológicos en las nuevas generaciones, sea precisamente porque no se promueve ni se apoya convenientemente el papel de las madres de familia. Para muchas mentalidades modernas, el papel de la mujer es igual al del hombre, por lo que debe competir con él en los roles que debe cumplir.

No comprenden que de este modo, no sólo perjudican la principal gloria de la mujer, que es la de ser madre, sino también el equilibrio de la sociedad en su conjunto, pues cuando falta o se debilita el rol de las madres, todos lo resentimos.

Otra característica propia de las madres, consecuencia de la incondicionalidad de su amor, es la abnegación.  Como la madre amará a su hijo inclusive cuando él la olvide, la abandone, o hasta la maltrate, ella será en relación al hijo siempre madre. Y esto supone una enorme negación de sí misma.

La madre no exige reciprocidad. Ella será capaz de negarse hasta las más mínimas comodidades con tal que su hijo pueda progresar un poco más.

Por eso mismo, ella sabe siempre ocupar bien su tiempo, pues para sí le queda muy poco. Es curioso lo que cuenta en este sentido la autora de las famosas novelas de Harry Potter, la Sra. Joanne Rowling, cuando recuerda cómo logró crear su primera novela siendo madre con muy pocos recursos. “Subía  a mi bebé al cochecito y salía a dar un paseo  por Edimburgo. Cuando él se dormía, iba corriendo a un café y escribía lo más rápido que podía. Es  impresionante lo que puedes hacer cuando sabes que dispones de poco tiempo. Si se mide la cantidad de  texto que era capaz de escribir en una hora, aquella época fue la más productiva de mi vida”.

También es propio de las madres saber encontrar una fórmula para acomodar las situaciones más críticas, para encontrar la solución a los casos más insolubles.  Por eso mismo las madres que tuvieron muchos hijos poseen  el don de consejo.

Una madre es siempre  muy buena observadora. No le pasa desapercibido ningún gesto, ningún síntoma, ninguna palabra de su hijo. La madre presiente cuando está enfermo, cuando corre peligro o cuando oculta algo. Ser madre es sinónimo de prestar atención a cada detalle y de aprender rápidamente de la experiencia, ya que la vida de su hijo puede depender de ello.

Todas esas virtudes son fieles reflejos de las que practicaba la mejor de las Madres, que fue la Madre del mejor de los Hijos; Nuestra Señora. Porque a todas las madres se les puede aplicar, en la medida en que cumplen con su misión,  el comentario de la Escritura sobre la actitud de la Santísima Virgen delante de los primeros episodios de la vida de su Divino Hijo: “Ella guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.

Decimos, cuando las madres cumplen con su misión. ¿Cuál es, entonces, la misión de las madres?

La misión a cumplir es mostrarse siempre como madre hasta el fondo de su alma y en todas las circunstancias. Indicando el amor al bien, a la virtud y a lo bello y el rechazo de lo feo, de lo malo y del vicio. La dulzura acompañada del cumplimiento del deber.

Todas estas características hacen que el papel de la madre sea completamente irremplazable y que una sociedad que no sabe apreciar la maternidad está a un paso de desaparecer como sociedad.

Ahora bien, para que ellas puedan cumplir con su misión, les son necesarias dos condiciones:

La primera es de orden natural. Ellas necesitan del apoyo del padre de sus hijos, que es su complemento. La ausencia del padre hará siempre cuesta arriba todos los esfuerzos de la madre. De ahí la importancia vital del matrimonio indisoluble.

Pero, aunque la madre posea todas las ayudas y el soporte que puede proporcionarle su marido; si ella no tiene la imagen viva de la Madre de Dios y de su amor indecible por su Hijo, le será muchísimo más difícil poder cumplir con su misión, pues le faltará el auxilio sobrenatural.

La madre, como bien decía Monseñor Angél Jara, siendo mujer, tiene algo de Dios, y siendo débil tiene algo de león.

Oigamos su celebre poesía: Retrato de una Madre.

Comparta con sus amigos
07/05/2016 | Por | Categoría: Familia tradicional
Tags: , , , , , ,

Deje su comentario