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Auténtica y falsa popularidad (Podcast)

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La semana pasada, millones de personas a lo largo y ancho del mundo, y tal vez Ud. mismo, pudimos ver las fotografías de la Reina Isabel al cumplir los 90 años de edad y 63 de gobierno de Gran Bretaña.

Ciertamente todos nos impresionamos con la dignidad de la reina, con el cariño de sus súbditos y con el encanto de sus nietos y bisnietos posando con naturalidad al lado de la “gran abuela”.

No hay en ella nada de afectado, nada de impositivo, ni de populista. Sin embargo su popularidad es enorme.

Y aquí se levanta un interesante problema sobre el cual queremos conversar con Ud. en este programa cultural orientado a las familias.

¿Cuál es la diferencia entre popularidad y populismo, y por qué la reina sin ser populista consigue ser tan popular?

La respuesta es que la diferencia entre popularidad y populismo es tan grande como del día a la noche.

La popularidad auténtica junto a los subordinados le viene a una autoridad, cualquiera que sea, como un reconocimiento merecido por el deber cumplido.

Un oficial de ejercito, por ejemplo, será “popular” entre los soldados si éstos perciben que su superior es capaz de correr los riesgos y soportar los cansancios, más que cualquiera de ellos. Lo mismo se podrá decir de un profesor o, mucho más aún, de un padre o de una madre de familia.

Todos poseemos una noción de un superior ideal, y ella está enraizada en la capacidad de darse y de asumir todos los sacrificios inherentes a un determinado cargo o mandato en aras al bien común.

Si la reina Isabel hubiera tenido una vida frívola, si se hubiese rodeado de un “jet set” tan brillante como vacío, al estilo de Hollywood, si hubiese renunciado al trono para dedicarse a sus hobbies preferidos, el mundo entero, y los ingleses en especial, no tendrían por ella sino la consideración de una persona lejana, que ocupó el trono y que pasó sin “pena ni gloria”.

Al contrario, el haberla visto pasar con la misma dignidad y seriedad, en las más diversas circunstancias; tanto en el “anus horribilis” que fue el de la trágica muerte de su nuera la Princesa Diana o durante los atentados islamitas en Londres, cuanto en las alegrías del reciente jubileo de sus 60 años de asunción al trono, siempre imperturbablemente seguida por el mismo príncipe consorte, Felipe de Edimburgo, todo esto sumado, le confiere a los ojos del público una estatura moral casi legendaria.

Sin embargo, nunca se vio en la reina Isabel II de Inglaterra una actitud artificial para caer más simpática, ni modernizarse en su ropa para parecer más actual, o falsamente jovial para parecer más espontánea.

Todo en ella es elevado, serio y digno. Y esta actitud permanente hace que quienes han tenido el privilegio de estar al lado de ella, consideren ese encuentro como la oportunidad en la cual más se sintieron honrados en la vida.

Esta actitud es fruto de una resolución declarada por ella el día en que cumplió 21 años y pasó a ser mayor de edad: “Declaro delante de todos Uds. que toda mi vida, sea ella larga o corta, será dedicada a su servicio y al de nuestra gran familia imperial”.

Desde que hizo ese pronunciamiento en 1947, ella participó  de los más importantes acontecimientos de la historia de Europa con una capacidad casi inigualable de adaptarse, sin nunca perder su propia dignidad real. Con ese espíritu, transformó en sus 63 años de reinado una monarquía imperial en la dirección de un conjunto de 53 países organizados en la  Comunidad de Naciones (la famosa Commonwealth), 32 de los cuales la reconocen, con orgullo y cariño,  como su propia Jefe de Estado.

En resumen, la reina la Elisabeth representa de modo característico la dama del siglo XX,  formada bajo el influjo de las tradiciones todavía vivas en nuestra época, y especialmente en Inglaterra.

El pueblo inglés ve en ella el símbolo de su gloria, la expresión de la finura, de la gracia, de la simple y noble superioridad de la “gentry” de su tierra, la representación visible y sensible de lo mejor que la nación puede producir. Su popularidad es inmensa, y a bien decir unánime: en Inglaterra existe oposición contra el gobierno de turno, no, sin embargo, contra la monarquía, y menos todavía contra la risueña y señorial ocupante del trono.

Ud. me preguntará, ¿entonces qué es el populismo?

Es la caricatura de la popularidad. Es la búsqueda del aplauso fácil por medio de falsas promesas o de beneficios efímeros por parte de un líder con labia y que, bajo pretexto de ocuparse de los subordinados, usa la autoridad en su propio provecho y en el de su camarilla. El populista es un actor que representa continuamente un teatro para engañar a las masas desheredadas, alguien que es más apariencia que realidad, que nunca se sacrifica por los otros y que, para compensar su indignidad para el cargo, lo rebaja para parecerse igual  con quienes manda, pero sin elevarlos; en una palabra, es un falsificador de su rango y un traidor a su responsabilidad.

¿Quiere un buen ejemplo de autoridad populachera sin popularidad?

Otro Jefe de Estado, que asumió el poder por las armas, que ha gobernado casi tantos años cuanto la reina Isabel, pero que mantiene a su pueblo oprimido y esclavizado en una isla prisión; que se hace pasar por pobre y que según la conocida revista Forbes es uno de los hombres más ricos del mundo; que habla en favor del pueblo desde que subió al poder y que no ha hecho sino sojuzgarlo; por lo cual los pobres esclavizados prefieren enfrentar los tiburones del océano antes que seguir sufriendo la miseria y la opresión; donde las jóvenes se prostituyen para tener algo para comer, por lo que ha transformado a su nación en el paraíso del turismo sexual; que por ser tan viejo y decrépito pasó el poder a su hermano, otro anciano sin ningún título ni legitimidad sino la de ser su cómplice, y que acaba de anunciar en un congreso de su partido, el único existente en esa nación, que no permitirá que nadie tenga propiedad privada ni pueda juntar algo de riqueza.

¿Necesita que le diga el nombre o ya lo adivinó?

Sí, es ese mismo,… es el que se cree popular, pero que no es sino una tragicómica caricatura de la popularidad.

En una palabra, es el populismo cayéndose a pedazos, es Fidel Castro.

Ud. me podrá preguntar qué relación tiene todo esto con la familia. Es muy simple de responder: los padres deben ejercer la autoridad buscando el bien de la familia y deben exigir de sus hijos el cumplimiento del deber, lo que muchas veces puede significar ser mal vistos por ellos en ese momento. Pero más tarde se lo agradecerán.

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30/04/2016 | Por | Categoría: Formación Católica
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