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Niza: la guerra de religión continúa

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Ya ha comenzado la “tercera guerra mundial”, una guerra contra Occidente que se está librando “por pedazos”. Se trata de una guerra de religión que ha declarado el Estado Islámico. Ella se libra en el interior de las naciones y las ciudades de un continente invadido por millones de inmigrantes.

Contra esta amenaza necesitamos armas materiales, que se utilizan en todo conflicto para exterminar al enemigo, pero sobre todo son también necesarias las armas culturales y morales.

Tiene razón el papa Francisco cuando, desde hace más de un año, afirma que ya ha empezado la “tercera guerra mundial”, que se está librando “por pedazos”. Pero es preciso añadir que se trata de una guerra de religión, porque los móviles de quienes la han declarado son religiosos, y hasta los homicidios que se perpetran en su nombre son de índole ritual.

Francisco ha calificado la masacre de Niza de acto de violencia ciega. Ahora bien, la furia homicida que indujo al conductor de ese camión a sembrar la muerte en el paseo marítimo no fue un acto irracional de locura: fue fruto de una religión que incita al odio e instiga a la violencia. Los mismos móviles religiosos desencadenaron las matanzas del Bataclan de París, de los aeropuertos de Bruselas y Estambul y del restaurante de Dacca. Ninguno de estos atentados, por muy bárbaros que sean, son ciegos, sino que forman parte de un plan lúcidamente expuesto por el Estado Islámico en sus documentos.

Abu Mohammed Al-Adnani

El portavoz del Estado Islámico, Abu al-Adnani, en una grabación difundida en Twitter a fines de mayo, lanzó un llamamiento a asesinar en Europa en nombre de Alá con estas palabras:

 “Rómpanles el cráneo a pedradas, asesínenlos a cuchilladas, atropéllenlos con sus vehículos, arrójenlos al vacío, ahóguenlos o envenénenlos”.

Y el Corán no se expresa de modo diferente al hablar de los infieles. Continuar ignorándolo es en este caso un síntoma de locura ciega.

Nos engañamos sobre el hecho de que la guerra que se está librando no es la que ha declarado el Islam contra Occidente, sino que es una guerra intestina del mundo musulmán, y que la única forma de salvarse es ayudar al Islam moderado a derrotar al fundamentalista. Pero hablar de Islam moderado es una contradicción, porque en la medida en que los musulmanes se secularizan e integran en la sociedad occidental, dejan de ser musulmanes o se vuelven musulmanes no observantes, malos musulmanes. Un verdadero musulmán puede renunciar, por motivos de oportunidad, a la violencia, pero siempre considerará legítimo hacer uso de ella con los infieles, porque así lo enseña Mahoma.

La guerra en curso es una guerra contra Occidente, pero también es una guerra contra el cristianismo, porque el Islam quiere sustituir la religión de Cristo por la de Mahoma. Por esta razón, el objetivo final de la conquista no es París ni Nueva York, sino Roma, centro de la única religión que el Islam desde su nacimiento quiere aniquilar.

La guerra contra Roma remonta al nacimiento mismo del Islam en el siglo VIII. Roma es el blanco que los árabes que en 830 y 846 ocuparon, saquearon y después se vieron obligados a abandonar la Ciudad Eterna. Es Roma la que está en el punto de mira de los musulmanes que en 1480 decapitaron a los 800 cristianos de Otranto y los que degollaron a nuestros compatriotas en Dacca en 2016.

La Batalla de la Navas de Tolosa, enfrentó el 16 de julio de 1212 a un ejército aliado cristiano contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad an-Nasir

Se trata de una guerra religiosa que ha declarado el Estado Islámico contra la irreligiosidad occidental y contra su religión, que es el Cristianismo. Pero en la medida en que el Cristianismo se seculariza va allanando el camino a su adversario, que no puede ser derrotado sino por una sociedad con una identidad religiosa y cultural fuerte. Como señala el historiador inglés Christopher Dawson, el factor de cohesión de una sociedad y una cultura es el impulso religioso. «Las grandes civilizaciones no llevan en su seno las grandes religiones como una especie de subproducto cultural; las grandes religiones son el fundamento de las grandes civilizaciones. Una sociedad que ha perdido su religión pierde tarde o temprano su cultura.”

Esta guerra religiosa ya es una guerra civil europea, porque se libra en el interior de las naciones y las ciudades de un continente invadido por millones de inmigrantes. Se oye repetir que ante la invasión debemos construir puentes en vez de levantar muros, pero una fortaleza asediada sólo se defiende bajando el puente levadizo, sino subiéndolo. Algunos comienzan a comprenderlo. El Gobierno francés ha previsto el estallido de una guerra civil que se desarrollaría principalmente al interior de los grandes centros urbanos, donde la multiculturalidad ha impuesto la imposible convivencia de grupos étnicos y religiosos diferentes. El pasado 1 de junio, un comunicado del Estado Mayor galo ha anunciado oficialmente la creación de una fuerza convencional del ejército, la Comandancia Terrestre para el Territorio Nacional (COM TN), destinada a combatir la yihad en el territorio francés. El nuevo modelo estratégico, bautizado Au contact, se compone de dos divisiones bajo un mando único, con un total de aproximadamente 77.000 hombres destinados a afrontar la amenaza de una insurrección islámica.

Contra esta amenaza necesitamos armas materiales, que se utilizan en todo conflicto para exterminar al enemigo, pero sobre todo son también necesarias las armas culturales y morales, que consisten en tomar conciencia de ser herederos de una gran Civilización que, precisamente combatiendo el Islam, definió su identidad en el curso de los siglos. Pedimos respetuosa y urgentemente al papa Francisco, Vicario de Cristo, de ser el portavoz de nuestra historia y nuestra tradición cristiana frente al peligro que nos amenaza.

Roberto de Mattei

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19/07/2016 | Por | Categoría: Decadencia Occidente
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