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Agredidos por Moscú y abandonados por Roma

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En una Ucrania ocupada por los rusos, los católicos están de nuevo perseguidos. Pero para ellos el Papa Francisco no ha tenido palabras de consuelo, sino de reprimenda. El factor Putin en el Vaticano

de Sandro Magíster *

ROMA, 20 de febrero de 2015 – El Papa Francisco ha tenido ocasión de hacerse perdonar por los obispos de Ucrania, que han estado en Roma hace unos días para hablar con él en la periódica visita «ad limina».

Las palabras con las que Jorge Mario Bergoglio había denunciado al mundo, hace dos semanas, la guerra que asola su patria no habían gustado a estos obispos, a sus sacerdotes y fieles. La había definido «violencia fratricida», poniendo al mismo nivel a todos, agresores y agredidos.

Y lo peor fue cuando Francisco, levantando la mirada del texto, improvisó: «Cuando oigo las palabras ‘victoria’ o ‘derrota’ siento un gran dolor, una gran tristeza en el corazón. No son palabras justas: la única palabra justa es ‘paz’. Pensad, ¡esta es una guerra entre cristianos! Todos vosotros tenéis el mismo bautismo. Estáis luchando entre cristianos. Pensad en este escándalo».

Que Bergoglio tuviera una especial consideración hacia Rusia es algo que ya se pudo ver cuando estalló la guerra en Siria: convocó una jornada de ayuno y de oración para evitar la intervención armada de Estados Unidos y Francia contra el régimen de Damasco, y Vladimir Putin le felicitó públicamente.

También pesa el factor ecuménico: de los 200 millones de cristianos ortodoxos que hay en el mundo, 150 pertenecen al patriarcado de Moscú «y de todas las Rusias» y, por consiguiente, es sobre todo con Moscú con quien el Papa quiere cultivar buenas relaciones.

Pero que la agresión de Rusia a Ucrania, la ocupación armada del territorio oriental, la anexión de Crimea hayan dejado al Papa indiferente a «victoria» o «derrota», ha sido algo insoportable para los sentimientos de los católicos ucranianos, sobre todo teniendo en cuenta que estas palabras del Papa Francisco han sido aplaudidas por Moscú, no por Putin esta vez, sino por el patriarca ortodoxo Kirill, que tiene jurisdicción también sobre los ortodoxos de Ucrania.

Es aún muy reciente la persecución de la que fueron víctimas los católicos ucranianos por parte del régimen soviético. Su Iglesia, después de la segunda guerra mundial, fue literalmente aniquilada, con innumerables mártires asesinados de las formas más atroces: crucificados, tapiados vivos, ahogados en agua hirviendo.

La caída del muro de Berlín en 1989 hizo salir a esta Iglesia de las catacumbas. Pero su reconquista de una espacio vital sigue siendo durísima y está aún incompleta, incluidas las iglesias y las casas que acabaron en manos de obispos y sacerdotes ortodoxos.

Hoy, los casi cinco millones de católicos ucranianos saben muy bien que son ellos el verdadero obstáculo al encuentro entre el Papa de Roma y el patriarca de Moscú. Pero tampoco aceptan ser sacrificados en el altar de este sueño ecuménico.

Los católicos ucranianos resisten en el oeste del país, en Galitzia, en Leópolis. Pero en Crimea y en el Donbas ocupado la represión es, de nuevo, despiadada.

El nuncio vaticano en Kiev, el arzobispo estadounidense Thomas E. Gullickson, nombrado por Benedicto XVI en 2011, la ha comparado a la persecución soviética de 1946, «con la complicidad de los ortodoxos y la bendición de Moscú». Ha evocado incluso «la lección del Califato en Iraq y en Siria» para decir que «tragedias como estas» pueden suceder también en otros lugares.

Los informes que el nuncio transmite a Roma son detallados y alarmantes. Y la reacción de los católicos ucranianos, al ver que nada de todo ello afloraba en las palabras del Papa Francisco, ha sido furibunda. Están convencidos de que también en la curia romana, como en Ucrania, el partido filoruso tiene campo libre e influencia al Papa.

Ante las protestas de los católicos ucranianos, la secretaría de Estado ha respondido el 10 de febrero con una nota para «precisar que la intención del Papa ha sido dirigirse siempre a todas las partes interesadas, confiando en el esfuerzo sincero de cada una de ellas para aplicar los propósitos alcanzados de común acuerdo y recordando el principio de la legalidad internacional».

Pero ciertamente, esta tenue alusión a la legalidad no ha preocupado a Moscú, segura de que su anexión de Crimea ha sido, de hecho, aceptada por todos, Vaticano incluido, y que respecto a Donbas, rusificada y sin católicos, podría suceder lo mismo.

* Sandro Magister (1943-) es un periodista italiano que escribe para la revista «L’espresso». Se ha especializado en información religiosa, en particular en la Iglesia Católica y el Vaticano.

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25/02/2015 | Por | Categoría: Crisis de la Iglesia
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